Publicado el: Vie, 9 Ago, 2019
Opinión

Desapego

Las mesas en casa se han quedado vacías como me gustan y las sillas ya no albergan conversaciones nerviosas intentando impotentes un diálogo imposible para un anunciado final.  Los discos autografiados desaparecieron y algunos libros se quedaron en el camino de las cajas de cartón cuando rebosan de mudanzas.

El armario, la alacena, los cajones y las estanterías han mermado con la dignidad del desapego material,  con la sabiduría de no acumular lo que realmente no sirve y nos daña, la liberación que me regala en mayúsculas es la pulcritud de mi bienestar.

Tantas veces se ha nombrado esta palabra en los libros de autoayuda  y artículos en prensa que libremente se nombra con la lengua que no está pensada pero si acostumbrada, a no deshacerse del peso de la crítica. El desapego real, es mas difícil de lo que pensamos aunque es de necesario cumplimiento para nuestra propia libertad, pero todo el mundo no tiene el mismo reloj con la misma hora, ni calza los mismos zapatos,  ni tiene la necesidad forjada de fotos etiquetadas con sonrisas de cartón en redes sociales,  de hipocresía en avisos de cumpleaños, de bolsos veraniegos que arañan la ropa con el uso, pero son necesarios para ser un borreguito más a la moda.  Es uno más de veinte, debajo de los cinco que ni te acordabas que tenías y que te prometiste usar hasta su final.  La ansiedad por la aceptación social, no te ha dejado recordar que ya tienes uno de estos al final de la caja.  Consumes con una triste avidez, en un mundo que está saturado de escaparates que te ordenan que prendas colocar en las perchas,  del uniforme de cada estación.

Nunca podré olvidar la imagen. Tras ese rato amargo escuchando despedirse a los barcos en el puerto después de que mi madre telefoneara desde el hospital y me contara pese a las lágrimas que habías partido en tu viaje infinito. Entré en tu habitación, porque seguía siendo tuya, como tu butacón verde, tus estampas de santos, tu televisión y los últimos pendientes que te regalé las Navidades anteriores colocadas con delicadeza en la esquina de la peinadora, como hacías cada vez que el cansancio te vencía y te metías en la cama.  Ahí estaban para demostrarme tu última enseñanza,  que te habías ido del mundo con las manos vacías tal y como llegamos a él, solos y sin cargas,  pero con el corazón lleno de amor y de una larga vida vivida, que es lo que importa de veras.  Ahí estaba yo, tu nieta, sola en la casa que me vio crecer, aprendiendo la lección del desapego en tu partida, sin olvidarte ni un solo día.

Cuando te aferras puedes perder con sufrimiento, y si ganas, lo harás con miedo.  Cuando te liberas, puedes despedirte con gratitud.  Nada importa salvo lo que llena el alma para calmarla después.  Fluye, ama, agradece.  Disfruta cada momento y respira hondo.

Ya no espero llamadas que no llegan,  ni amigos que no aparecen.  Ya no busco excusas a un dobleclick azul que no es respondido con letras, pero si en  hechos me guiñan la lección del desapego otra vez.  Ya no la confundo con la desidia.  Ya no reprocho atención de quien no merece la mía, ni sonrisas en selfies de interés cuando me demuestran que yo no estoy detrás del telón.  Ya no espero respuestas que no sean sinceras a su debido tiempo  ni nada que no quepa dentro del corazón, que siga teniendo alas para volar y regresar a su casa.

Aquí dentro.

Sobre el autor

- Escribiente de profesión, escritora por devoción.

Mostrando 2 comentarios
  1. Karim dice:

    Excelente ,profundo y verdadero relato, de un alma sabia que nos lleva a nuestras propias vivencias a través de su relato.
    Felicidades Mariangeles tienes muchos dones y estoy feliz de de volver a este maravilloso mundo del arte y de las letras gracias a ti.
    Felicidades

  2. Pepote dice:

    La yaya tambien te queria muchisimo. Un beso.

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