Aprendizajes
Muchos piensan que estamos en esta vida para sobrevivir, lo que significa enfrentarnos a cada día bajo condiciones adversas, con pocos recursos. Qué triste pensar que esto sea lo que nos queda por experimentar, sobre todo si tenemos en cuenta que a muchos puede que nos queden aún varios años por estar en la Tierra.
La vida es todo lo contrario a sobrevivir, pues todo lo que nos rodea, no sólo puede, sino que debe llenarnos de aprendizajes que nos sirvan para disfrutar de cada momento que el Universo, a través de sus mágicos hilos, nos regala.
Cuando aprendemos esto, empezamos a mirar con los ojos del alma, a tocar con el corazón y a alimentarnos a través de nuestra mirada. Cada detalle que nos rodea es una lección que la vida nos envía para que podamos hacernos más fuertes, valientes y sonrientes. La sonrisa siempre será la mejor arma para combatir en cualquier batalla y, con ella, la mente debe andar bien despierta para saber almacenar toda la información que se nos brinda.
Las conductas que nos disgustan de los demás no deben ser el motivo de nuestras críticas, sino el reflejo que debemos rechazar de nosotros mismos; a través de la observación de todo aquello que nos disgusta seremos capaces de valorar hasta qué punto nuestros actos son o no un aspecto que genere malestar en los demás. El primer paso será siempre que nos haga felices y, a partir ahí, nuestra felicidad podrá ser compartida con el resto de la humanidad.
Las pérdidas y el dolor que, inevitablemente, nos azotarán las carcajadas, serán el mejor entrenamiento para poner a prueba nuestras ganas de seguir adelante, de mostrar el valor que le damos a lo más importante que poseemos. Lloraremos porque duele, pero nunca odiaremos aquello que se nos entregó como un regalo; pues, cuando el corazón se rompe, el alma debe hacerse más fuerte para volver a recomponerlo. Una vez encajemos sus pedazos nos sentiremos, al mismo tiempo, más invencibles y vulnerables, más grandes y pequeños, más seguros y atentos. Evolucionar no significa dejar de sentir tristeza o cualquier otra emoción que negativice nuestros pensamientos, sino equilibrarlos con la alegría y el amor que, a pesar de las dificultades, nunca debe faltarnos.
Por todo esto, no te mires creyéndote único en este mundo, pues todos nacemos, una y otra vez, para aprender lo mismo, para sentir de la misma manera, para acabar siendo mejores de lo que ya fuimos en otros tiempos ya olvidados. No eres mejor que nadie, pero tampoco menos de lo que cualquiera pueda llegar a ser. Brilla, ilumina el camino y no dejes nunca de buscar las respuestas en cada milagro que los días te pongan por delante, pues lo creas o no, basta prestar atención, para darte cuenta de que todo ser tiene su razón.