El Carnaval de los indignados
Se marchó la guerra de coplas.
No hay vuelta atrás; las tablas del rojo teatro enmudecieron un año más.
Atrás quedó una nueva oportunidad, para que los de siempre, se enterasen de una vez por todas, que Cádiz, no es el pueblo aburguesado, incapaz de luchar por lo suyo. La oportunidad de cantar las cosas claras y directas, con estilo, con garra, con el corazón de los que poco tienen, y luchan a muerte por ello.
Cuando las rojas cortinas cayeron por última vez, aún temblaban los de siempre, pensando, en cuantos chaparrones habían caído, cuantas verdades, mirándolos a la cara, aunque a veces ni siquiera estaban en el palco para oírlas. Fue, la oportunidad del pueblo para hacerse oír, y donde los autores, unos más y otros no tanto, demostraron ser valientes, y anteponer su tierra, a todo lo demás.
En un concurso, y un carnaval con tanto tirón, que abandonó, puertas de tierra hace tiempo, para expandirse a los cuatro vientos, como torbellinos imparables, nunca se rehúsa la batalla. Menos, de media hora dan para mucho. El día a día, de una ciudad, con innumerables carencias, y que mira siempre al mar con la esperanza de un futuro mejor.
Sin embargo, de un tiempo no muy lejano hasta ahora, ha surgido una nueva figura, un engendro, que amenaza con contaminar y buscar un fin que solo ellos conocen. Es “el indignado.” Una figura, que saca el lado negativo de cualquier letra, cualquier tipo, cualquier crítica, cualquier atisbo de lucha, por los valores de los que poco tienen; pero claro, que fácil es esconderse detrás de un miserable teclado o seudónimo, sin dar la cara con nombres y apellidos, sin firmar lo que se dice, muy al contrario de los autores, que, con más o menos acierto siempre son esclavos de lo que escriben. Cualquier excusa es buena, para sentirse ofendido, cualquier letra es machista, o franquista, o anti sistema, o vaya usted a saber, que pamplina.
Creo sin duda, que el afán de notoriedad, la infelicidad a la que nos lleva el modelo de sociedad, donde muchos viven pendientes, de cuantos me gusta tiene tal foto, o cuantos seguidores tienen en tal red social, unidos al poder mediático, de cualquier tema relacionado con nuestro carnaval, ha ido creando a este ser monstruoso, que hay que dar de lado, ignorar, y arrastrarlo a la indiferencia, para que nunca vuelva.
El carnaval tiene defectos, también virtudes enormes; sin duda, la más grande, al menos, pienso yo, es la de decir las cosas por su nombre, a la cara, y sin esconderse, el carnaval nació libre, y así debe continuar. Siempre ha escocido, a los que ya sabemos, y siempre buscarán una forma, de encajarlo, de encorsetarlo, y amoldarlo al sistema, pero por suerte, nuestra bendita fiesta es la expresión del pueblo libre, la explosión de coplas, que grita todos los años, para romper las cadenas de los más necesitados. Realmente no es periodismo cantado, es el cantar de la vida al son acordes, letras y corazón.
Estoy muy de acuerdo contigo, los verdaderos aficionados tenemos que ignorar y hacer sombra a esos enfadados con el mundo. Viva el Carnaval! (Y viva tu!)