La ilusión del loco
Hace unos días tuve el honor de asistir al nacimiento de una nueva editorial. Sí, como lo oyen, aún se siguen gestando este tipo de empresas que pretenden subsistir a base de la edición y venta de libros. Como si el panorama actual no fuese lo suficientemente desalentador como para apagar las mentes más optimistas al respecto.
Porque no me podrán negar que invertir y apostar todo lo que se tiene ahorrado en la esperanza de hacer negocio con la literatura es una idea arriesgada. Algo así como hacer un programa cultural en un país donde solo de ve Sálvame o Gran Hermano. Y no solo estoy hablando de invertir dinero, si no que hablo de pasar noches sin dormir construyendo el proyecto de forma hermética y sin fisuras, hablo de estrujarse el cerebro para que las cuentas cuadren. De coordinar entre correctores, escritores, ilustradores, impresores, maquetadores, clientes; todos y cada uno de su padre y de su madre. Les hablo de sacrificar tiempo de estar con la familia a cambio de pasarlo frente al ordenador, de trabajar con una montaña de documentos, contratos, tributos y bases legales sin tener la certeza absoluta de que todo ese esfuerzo pueda servir de algo, más que de volver a demostrar que el papel está acabado, que ya nadie lee.
Y esa pregunta que se relame continuamente como la lengua en busca del diente desaparecido: ¿Realmente vale la pena todo ese esfuerzo?
Pero este tipo de empresas suelen construirse bajo el sustento de la ilusión y la vocación por las letras. De llevar a cabo el estilo de vida que siempre se ha soñado, de levantar y aportar ese granito de arena al mundo de los libros.
Leer, editar, publicar.
Yo mismo, aquella tarde lluviosa en la que presentaron la nueva editorial en una de las librerías más conocidas de Cádiz, tuve serias dudas sobre la viabilidad económica de aquel proyecto, de la dificultad que puede llegar a presentar la idea de dar de comer a toda una familia a base de vender libros a precio asequible.
Sin embargo, la duda perduró poco tiempo, se disipó como el mensaje que se borra en la orilla con el paso de una ola. Porque solo me hizo falta ver el cariño con el que se habían tratado los libros, la calidad del producto final, los rostros iluminados por la ilusión del escritor y el editor. De la buena intención que se escondía detrás de todo aquel proyecto. Del buen hacer cultural, literario, humanitario. De esa idea renovadora y actualizada de entender lo que entraña escribir un libro, editarlo, publicarlo y venderlo.
Fue entonces cuando lo supe. Una vez más.
Sí. Claro que sí.
Claro que todo esto vale la pena. Claro que existen opciones viables, soluciones para combatir cualquier obstáculo. Solo hay que querer buscarlas. Como todo en esta vida.
¿No?