Días sin escribir, semanas, ya casi un mes. Es triste para un escritor no encontrar inspiración, más aún cuando nunca ha necesitado buscarla. Pero ahora, mire donde mire, nada me inspira. Lo que ya me dio motivos para emocionarme, reflexionar y plasmar mis letras sigue a mi lado, dando sentido al latir de mi corazón; pero lo que cada día veo, fuera de mi burbuja de felicidad, tiene cada vez menos papeletas para ser elegido como tema de algún artículo.

Si enciendo la tele tengo que apagarla antes de poder encontrar un canal en el que pongan algo interesante; algo que no sea muerte, crítica, destrucción y la profecía cumplida de que la Vida, definitivamente, se está acabando. No sé por qué acepté un año de televisión gratuita, si me está saliendo tan caro tenerla...

Entro en las redes sociales... y más de lo mismo. Fútbol, política y miles, ¡¿qué digo?!, ¡millones de personas buscando, entre su escaso vocabulario, las palabras más denigrantes y malignas para poder escupirlas en la cara del primero que "pase"!

Salgo a la calle y cuando no es el que te mira con mala cara (por estar enamorado de quien él jamás se enamoraría), es otro que te sonríe (porque cree que tiene que hacerlo), que te dice que te quiere (porque es su obligación) o que se olvida de que lo hace (porque durante toda su vida le has dado de ti lo mejor).

Un boquete tras otro que sólo me llena de vacío. Los reproches, los insultos, los corazones que carecen de amor y las almas que se cansaron de soñar... Nada de esto puede tener un hueco en mí, por eso nada es lo que vuelco al escribir.

Mientras el mundo se cansa de no actuar otros mueren sin que a nadie le importe. No si no salen ensangrentados o desesperados en las noticias y, por supuesto, en las falsas noticas de nuestro querido Facebook (que ninguna culpa tiene de que la gente se aburra hasta el punto de inventar mil mentiras que, cada vez con más facilidad, dejan inútiles las mentes de nuestros "semejantes"). Banderitas a media asta, minutitos de silencio y un colorido luto que se deja ver tras los millones de billetes mal invertidos.

El Universo parece castigar a aquellos que sentimos la Vida tal como es, que luchamos por ser mejores y ayudar a los demás a alcanzar sus metas o, quizás, tan sólo a sonreír un día más, que no es poco... Muertes inesperadas, familiares y amigos que nos tratan como si fuésemos desconocidos y falta de gratitud que nos desgarra el alma como si el fin de nuestros días comenzase muchos años antes de morir. Por qué tanta preocupación e indignación por otros si no somos capaces de cuidar a quienes tenemos cerca, a nosotros mismos...

A esos que se acuestan con todas estas dudas, que no entienden por qué a ellos..., tan sólo puedo decirles que tampoco yo merezco el desplante de una vida a la que amo con todo mi ser, a la que no voy a dejar de respetar por mucho que el destino me lo ponga difícil. No debe importarnos lo que los demás hacen mal, pues aún tenemos que aprender a hacer muchas cosas bien; sigamos dándolo todo, caminando sin prisa a pesar de las barreras, de los frenos y de las derrotas que nos acontecen. Todo lo que no tiene sentido siempre acaba teniendo cientos de motivos.

Hoy mis musas se acercan para contarme lo impotente que me siento, pero mañana, seguro, volverán para recordarnos que sin nosotros, la felicidad de nuestra burbuja se esfumaría por el poro más pequeño, perdiéndose entre la tristeza de lo que no comprendieron que no hay nada ni nadie que pueda derrumbar los castillos que, construidos sobre nuestros sueños, siempre serán el mejor refugio de nuestro infinito empeño. Hoy tus esperanzas descansan en mis letras, esas que te abren un ventanal a la ilusión; pues si otros quieren desperdiciar el tiempo como si fuese eterno..., nosotros hemos decidido aprovechar cada segundo de este maravilloso paraíso que están disfrazando de infierno.