Ejercita tu poder
La mente humana está dotada de un mecanismo protector, de una defensa para no sufrir, como es no pensar o evadir aquello que resulta doloroso, lo cual, se necesita hacer un gran esfuerzo para contrariar esta tendencia natural.
Sin embargo es necesario contrariarla, pues el huir de una amenaza con la misma técnica del avestruz, que ante el cazador mete la cabeza bajo el ala para no verlo, es lo peor que puede hacerse o puede ocurrir; pretendiendo así -inequívocamente- eludir el riesgo.
Si el conductor de un automóvil, al venírsele otro encima, suelta el volante y se tapa los ojos con las manos, está perdido. Si los abriera bien y pensara, podría salvarse frenando, haciendo una hábil maniobra o simplemente con un viraje.
La solución de un problema no está en darle la espalda sino mirarlo de frente y resolverlo. Mucho, muchísimo tenemos los ciudadanos en nuestras manos. Tenemos un gran poder capaz de alejar los conflictos y las dificultades, si nos lo proponemos.
Deberíamos pensar más en esos inminentes peligros para ponerles remedios a tiempo. Es verdad y en general que las contiendas se producen por un complejo de culpa: ambiciones de poder, pugnas sociales, codicias económicas, etcétera.
Pero estas causas se originan primero en el hogar -dulce hogar- no olvidemos que una familia acomodada probablemente es difícil sustraerse del despilfarro, porque en ella se habla de lo poderoso que es el dinero.
Por el contrario, en otra más modesta se dejan caer frases de envidia hacia los que tienen posiciones. Y en general, se critica de los defectos ajenos -es costumbre habitual- porque existe una amplia carrerilla encaminada a las descalificaciones y no es menor la agria intolerancia para quien sustente un credo o piense de manera diferente.
No cabe duda que entre los niños que oyen eso de la ambición, la estrechez y las diferencias, surgen vástagos amargados y ponzoñosos cuya agresividad estallará al menor requiebro, a la primera oportunidad que le brinde cualquier movimiento callejero.
Los padres de tales hijos, luego maldecirán al destino acusándolo de por qué tan injustamente les dio por hijos a hombres que han creado una configuración social de espantoso saldo negativo.
Y por tanto de las nuevas hornadas generacionales dependerá nuestra vejez. En manos de los que hoy son niños está el que nuestra senectud sea tranquila o tengamos que vivir entre el pavor de la inestabilidad y la incertidumbre, porque sembrar e introducir la semilla de la paz en el alma de los niños es como sembrar un jardín florido que será un rico vergel para la ancianidad.
Los cónyuges pueden hacer todavía más para alejar esas actitudes, además de educar a sus hijos, deberían participar más en asociaciones con fines nobles y pacíficos para que estas crezcan y se multipliquen hasta convertirse en una poderosa fuerza social que, en un momento dado -pese- en el gobierno del país para la resolución de los conflictos.
Otra cosa de suma importancia también es la de cumplir nuestros deberes cívicos. A muchos les tienen sin cuidado la política local, nacional o mundial. No se han dado cuenta todavía que en la política les va desde el precio del pan y el alza de la luz hasta la vida propia y la de los suyos.
Y sería bueno acabar con tal desdén aunque existan razones justificadas de incredulidad. Sin embargo, el tiempo será el ejecutor de poner cada cosa en su sitio y la sociedad despertará de su letargo.
En este transcurrir, las ideologías seguramente caminaran hacia su desvanecimiento, perdiendo vigencias y primaran las tareas de gestión que no es más que la tarea del sentido común, única fórmula válida de discernir entre lo que se necesita y lo que interesa: gobernar es cuidar, proteger…
Es necesario informarse bien de las miras y los propósitos de cada partido político y de la clase de hombres que lo forman, para que nuestras decisiones sean algo más que un papelillo que se deposita en las urnas.
Se debe saber con claridad en quienes depositamos los destinos de nuestra ciudad o nuestro país ¡Cuántos pueblos lloran hoy sin esperanza el no haber sacudido a tiempo su apatía política!
Por tanto ejercitemos pues, nuestro poder en las próximas elecciones y que nuestros votos realmente representen eso: un voto razonablemente pensado. Tal vez así podremos hacer buena aquella frase de ‘un hombre, un voto’ ¡Un voto sí! pero un voto no cuantitativo ¡sino un voto de auténtica calidad!