(XV) La Isla y las Hermandades del Jueves Santo
La hermandad que pasa en tercer lugar por la Carrera Oficial en este día se trata de la hermandad Sacramental de la Misericordia, de la cual, oportunamente y en esta misma página cofrade publiqué cinco artículos refiriéndome detalladamente a la misma.
En dichos artículos conté lo que había vivido de primerísima mano. Hoy de nuevo y en esta ocasión por imperativo del trabajo que me he impuesto me obliga a volver a escribir sobre la misma.
Sin embargo lo haré encantado pero eso sí, sin apartarme de la realidad y desvelando algo que omití, aunque sí insinúe de la manera que se forjó la verdadera idea de fundar esta venerable hermandad como pudiera haber sido otra idea cualquiera.
La citada idea pues, partió de una decepción que sufrió el cofrade y buen compañero de estudios de unas ‘clases particulares’ llamado Jesús Díaz-Noriega Roldán. Y puedo garantizarlo porque fui un testigo presencial junto a otros dos compañeros; Pedro Sánchez García y José Luis López Collazo, que también asistían a dichas clases, este último tristemente fallecido (q.e.p.d.) en plena juventud.
Y sucedió de la siguiente manera: nos encontrábamos en clases con el profesor, D. Francisco Castañeda Sánchez. Y Jesús se había presentado como candidato a la junta de gobierno de la hermandad de los Afligidos (Estudiantes) para cubrir una vocalía, que no consiguió por un solo voto. Y esto ocurría el domingo 5 de mayo de 1957.
La semana siguiente, es decir el mismo lunes, de repente y en un momento determinado de la clase, Jesús le preguntó al citado profesor si fundar una hermandad era muy complicado. Y el profesor nos sorprendió a todos contestándole ‘cuando quieras Jesús’. Y fue dicho y hecho.
Así que cuando terminó aquella clase, profesor y alumnos, nos dirigimos a la Pastora en busca de su párroco entonces, el recordado Padre Arenas, que por cierto el citado profesor tenía amistad con él, porque al parecer se conocieron en el seminario.
Esto sucedía el día 6 de un hermoso y florido mes de mayo de la radiante primavera de 1957. Y el Rvdo. P. Arenas (que en ese preciso momento lo conocí y desde entonces estreché una rica y fructífera amistad con él) nos facilitó toda clase de facilidades a la propuesta que llevábamos de fundar una hermandad en la parroquia, incluso él mismo nos puso en el camino proponiéndonos como titular de dicha hermandad, a un nazareno que allí se veneraba ocupando uno de los altares del lateral derecho de la Iglesia.
El nazareno en cuestión había llegado a la Pastora como tantas otras imágenes de la Iglesia del Castillo y de él puede hablar más y mejor documentado que yo, nuestro ilustre paisano e historiador, Fernando Mosig Pérez. No obstante por él sabemos que se trataba del Cristo de los Navegantes, advocación con la que en principio, se conocía y se veneraba en la Pastora y por algunos también por el Cristo de Las Lágrimas.
Cristo que años después fue nuestro insigne escultor y paisano, hijo predilecto de la ciudad, Alfonso Berraquero García, quien lo restauró dejándolo convertido en la magnífica figura que tiene el citado Cristo tal como lo conocemos hoy; confirmando también su antigüedad procedente al parecer del siglo XVII.
El nazareno en cuestión nos pareció de maravillas y nos vino como caído del cielo ¿De dónde mejor si no? Sólo que la impronta de su hechura tan recta y firme, nos parecía inapropiada para que encarnase una figura -la principal- de un misterio pasional del Señor para llevarlo en procesión en un Paso de nuestra Semana Santa o de cualquier otra.
Y a partir de ahí empezaron una series de decisiones tal vez precipitadas para modificar la imagen del nazareno, pasando por varias etapas, varios talleres y varias manos sin conseguirlo tal como pretendíamos, tales como las de Manuel Beret, Antonio Bey, Castillo Lastrucci, José Fernández (discípulo de Castillo). Incluso entre las vicisitudes padecidas en todo este largo proceso, no se privó de tener un fatídico incendio del cual afortunadamente no se destruyó su figura totalmente. Y así hasta llegar a su definitiva, crucial y afortunada restauración comentada ya anteriormente por Alfonso Berraquero García.
Seguir por este camino y continuar contando anécdotas de las muchas que esta hermandad está repleta y las que realmente acumuló al menos durante algo más de un año a partir de su fundación, nos llevaría a perdernos en la noche de los tiempos.
Por tanto y siguiendo el mismo tratamiento y la misma línea que vengo utilizando con las otras corporaciones hermanas, diré que esta hermandad se fundó o se puso la primera piedra en aquel histórico día a la salida de aquellas ‘clases particulares’ referenciadas anteriormente, o sea el 6 de mayo de 1957 aunque para algunos cambien el seis por el cinco.
Los jóvenes de la época pronto conocieron la noticia por el sistema más rápido y eficaz, como suele ser el boca a boca, y se acercaron con la intención de participar ávidos y alegres en el proyecto. Muchos de ellos ajenos desde luego a las clases particulares, porque hay que pensar que se trataba sólo de eso, de clases particulares y no de un colegio organizado como algunos también han podido interpretar.
No obstante y en plena efervescencia de la juventud imperante, rápidamente se constituyó la junta pro-culto, que estuvo compensada entre jóvenes y mayores. Y por razones que desconozco tardó en constituirse en hermandad, la friolera de nueve largos años. Es decir que hasta 1966 no fue oficialmente elegida canónicamente con sede en la Parroquia de la Divina Pastora de las Almas, bajo la dirección espiritual del Rvdo. P. Arenas.
Se barajó el momento bíblico y pasional que iba a representar a la hermandad, así como su propio título. Y varios fueron los nombres propuestos. El referido al Cristo se consensuó rápidamente, fijándose el que posee actualmente desde entonces, dadas las circunstancias ya comentadas del ofrecimiento que hizo el Rvdo. Padre Arenas, lo cual desvanece el rumor que entre los nombres barajados existiese la posibilidad desde fuera de que por título se pensará en el de la Sagrada Lanzada, los que mencionaban esta advocación era evidente que desconocían, que se trataba de un nazareno y no de un crucificado… Continuará…