Los luceros caídos
Bastaba callejear un poquito cuando iba llegando el concurso, y allí, en cualquier pared se veían sus faroles alumbrados, cual luceros en el firmamento. Esa señal inequívoca daba paso a un mundo con vida propia, daba paso a la magia de un ensayo general, daba igual quien lo diese. Ya se palpaba ese maravilloso ambiente, desde que entrabas por los callejones, o bajabas por san francisco, y veías los croquis de los grupos, la forma de decirle a tu gente, que tu grupo formaba parte del carnaval. Eran los 80 y ellas gozaban de una salud infinita, eran uno de los motores que movía todo lo que al carnaval se refería, ser peñista era un orgullo para sus socios, y por qué no, llegados esos días envidia de aquellos que no.
A mitad de los noventa algo cambió; unos lo achacaron a la crisis, otros al paro, otros a que había muchas, cada cual tendrá su teoría. Yo lo atribuyo más, al cambio que se fue produciendo durante esos años en el modo de entender esta fiesta. La televisión, ganó la partida a la radio, los grupos se fueron encerrando en su propio mundo y cada vez menos, ofrecían sus repertorios en los ensayos generales. Durante la semana de carnaval cada vez costaba más ver a las agrupaciones cantar por un bocatita y par de botellitas que te ponía con todo el cariño la peña. Muy en el recuerdo me quedan grandes actuaciones en la estrella, en El molondro, Nuestra Andalucía, nueva Gades, Eulogio, en fin, podría seguir mucho tiempo, y aun así quedarían en el tintero muchas. La mayoría han ido perdiendo la batalla, y fueron cayendo una a una. Lejos queda ya, esa imagen de personas agolpadas en la calle pues no se cabía, muy lejos, esos grupos que buscaban cualquier excusa, para en vez de dar dos tres ensayos, dar cuatro o cinco mejor, tiempos donde un joven Juan Antonio Guerrero, concejal de fiestas luchaba con conocimiento, desde dentro, defendiendo su tango viñero.
Cuando todas pierdan la batalla, cuando todos los faroles se apaguen, quedarán en el recuerdo de los que tuvimos la suerte de vivirlo, y poco más. No hay que irse demasiado lejos, basta la foto que encabeza esta columna, para reflejar la agonía vivida por las peñas. Un letrero puesto en el servicio, cual llanto, cual petición agónica del que ya casi todo lo ha perdido, de mi queridísima peña El Plumero, en uno de sus últimos intentos por no pasar a la lista de las que fueron y ya no están. Pero claro, mientras no haya personas capaces de aportar una mísera cuota por disfrutar de todo lo que dan durante el año, mientras los grupos no cambien, la filosofía asquerosa de yo no canto por dos botellas de vino y unas tapas, y mientras no tengamos concejales que tengan un mínimo de conocimiento de la fiesta y un poco de vergüenza para no solo aparecer en vísperas del voto, no habrá una solución. Sus faroles terminarán por apagarse para siempre cual luceros caídos en el firmamento.
CUANTA RAZON HAY EN ESTAS LETRAS¡¡¡ . MIENTRAS QUE LOS HILOS CULTURALES, LO MUEVAN INDIVIDU@S, QUE NO APRECIAN EL ARTE, Y CARECEN DEL MINIMO CONOCIMIENTO PARA SABER DISTINGUIR UN TANGO DE UN PASADOBLE, EL CARNAVAL, EN ESTA ISLA QUE NAUFRAGA A LA DERIVA, "TIENE TODAS LAS PAPELETAS" PARA IRSE A PIQUE. .... Y QUE REGULEN LAS BASES DE LOS PLUMEROS DE ORO Y HONORIFICO, QUE DA ESTE EXCMO AYUNTAMIENTO. ESTAN QUE DA PENA, SON DE FINALES DEL XIX.