El peso del mar
Este tipo de noticias es al que uno nunca se acostumbra. Hace unos días, tuvo lugar el fatídico incidente ocurrido en el atunero vasco 'TxoriGorri’, donde un vigilante de la empresa de seguridad privada “Seguribérica” fallecía de varios disparos por uno de sus compañeros, que después se suicidó cuando navegaban en las aguas de las islas Seychelles.
No es la primera vez que ocurre una barbaridad como esta, y me sorprende que haya tan poco escrito sobre el tema. Y no me refiero a este incidente en concreto, si no a la poca atención que se le presta al estrés que se acumula al estar embarcado, lejos de casa durante tanto tiempo. Esto es un hecho tangible que puede pasar facturas como las que nos hemos encontrado con uno de nuestros vecinos.
Juan Manuel Marchante Martínez era Infante de Marina, padre de dos hijos y un profesional de los pies a la cabeza. No creo que haga falta resaltar que nuestra ciudad tiene una gran actividad militar, y por ello estoy seguro que cualquier soldado (entiéndase cualquier persona que se dedique al oficio de la milicia, o cualquiera de sus familiares) que esté leyendo este artículo sabrá de lo que hablo cuando saco a colación el estrés, la angustia, la ansiedad en la mar.
El mar absorbe, atrapa el ánimo. Pasar los días entre cuatro mamparos, oliendo continuamente a combustible, con el ruido continuo de los motores de fondo. La tensión pasiva (en el mejor de los casos) de estar en una zona con actividad criminal. Nada más que agua alrededor y la eterna sensación de que el suelo apenas se mantiene un segundo quieto. El mar pesa, anula todo intento de comodidad cuando se sabe, de sobra, que aún quedan semanas, meses por llegar a casa.
Que sí, que cada uno elige su trabajo y sabe donde se mete, pero no podemos hacer oídos sordos ante este tipo de problemas. La seguridad es un puesto, un servicio que hay que cubrir por profesionales de primer grado. Profesionales que no solo sean buenos en su trabajo, si no que sean aptos para él. Y, por favor, no malinterpreten mis palabras, lo último que quiero es hacer leña del árbol caído. Pero creo que es estrictamente necesario darle a esto la importancia que se merece. Estoy seguro de que este tipo de incidentes pueden ser totalmente evitables, bien estableciendo unas pautas de descanso en el día a día de este tipo de trabajos, o bien sometiendo a pruebas psicológicas al personal encargado de cubrir los puestos que lleven intrínseco el uso de armas de fuego (o ambas, ¿porqué no?).
Según afirman algunas fuentes, el presunto causante de la disputa, solo había hecho un curso exprés de dos días. Una preparación irrisoria para enrolar a una persona cuatro meses en un buque, con armas de fuego y responsabilidades de seguridad.
Y esto, por mucho que duela, es culpa de la empresa. De la organización encargada de alistar al primero que pase por la esquina en un trabajo serio y duro para el profesional experimentado, ni qué decir para alguien que no ha recibido la preparación necesaria.
No podemos permitir que la muerte de nuestro compañero caiga en saco roto. Debemos de encontrar alguna solución seria a este problema. No deberían de ocurrir accidentes de este tipo para que se empezase a valorar el trabajo de las armas.
Un abrazo a la familia de la víctima. No decaigan. Sigamos luchando por su memoria.
Quisiera compartir con vosotros esta publicación en relación a los compañeros de Protección Marítima fallecidos el día 9 de abril en el Océano Indico.
https://www.dropbox.com/l/s/jlEdnYET4MANNDZ2lBvLMq
Muy bien dicho Daniel Fopiani. Se lo que es estar embarcado durante un gran período de tiempo y es exactamente como tu dices, y para ejercer este trabajo se tiene k estar física y mentalmente al 100%. Siempre con nosotros Juanma.