La primera generación de cargadoras de la Semana Santa isleña habla "con el corazón en la almohada"
Sara Fernández, Aida Barral, Lourdes Benítez, Fátima Santana, Nazaret García, María José Suárez, Lucía Coello, Mila Marín y Carmen Vázquez (de izquierda a derecha) relatan su experiencia bajo los palos durante un café en La Vinoteca de San Fernando.
Son pocas, pero tienen las cosas claras a pesar de su juventud. La mayoría desde bien pequeñas, por apego familiar. No se quejan por el peso, por el sudor o compartir un sentimiento tradicionalmente vinculado a los hombres y si algún año han suspenden su procesión se sienten fuera de lugar. Que "no estamos donde debemos estar".
Son cargadoras isleñas. Algunas pertenecientes a la JCC, otras, a cuadrillas independientes. Tienen en común su fidelidad a la 'carga isleña' pero, ante todo, el ser precursoras de su faceta femenina. Podría decirse que han hecho historia por ser las primeras en respirar bajo las andas de muchas imágenes religiosas.
Por ejemplo, Mila Marín ha abierto la veda este año para que las mujeres sientan lo que es cargar a Ntro. Padre Jesús Atado y Flagelado en la Columna, titular de su hermandad y confidente silencioso de sus deseos, sentimientos y caídas. "Hágase tu voluntad" piensa cuando lo visita en su iglesia, el primer templo parroquial, y tras apartar por el momento otros sueños, tuvo por fin la oportunidad de introducirse bajo este paso, centenario, el último Domingo de Ramos.
Otra imagen de la Iglesia Mayor, la de la Soledad, es la devoción con la que Lucía Coello logró iniciarse en el mundo de la carga allá por el año 2005. Uno más tarde se incorporaría a la cuadrilla de las Penas -de la hermandad de Humildad y Paciencia-, donde se ha mantenido de manera ininterrumpida. No abandona a la Virgen sino todo lo contrario. En el año 2013 sumó a estas experiencias las de cargar a la Caridad y a María en su faceta de gloria y patronal, "la Carmela", como cariñosamente la llama. A día de hoy está satisfecha porque "he logrado sentir sentir bajo un paso lo mismo que me contaban mi padre y mi marido".
Lourdes Benítez es la veterana. También cargó entonces a la Virgen del Carmen, aunque empezó años antes, con procesiones de gloria en la capital. Ya en 2003, tuvo la oportunidad de ser la primera mujer en llevar sobre sus hombros al Cristo de la Sangre de la hermandad de los Desamparados. Mucho costó a esta isleña introducirse en la JCC, pero pudo la razón y con el tiempo cargó imágenes tan fervorosas como los titulares del Santo Entierro, la Salud, Gracia y Esperanza Coronada, Vera Cruz o el Cristo de la Expiración. Las dos últimas hasta este año, junto a la Virgen de las Penas y el Ecce Homo. "¿Cómo me siento? Más cerca del cielo", explica, y lo que es más importante, ha compartido experiencia junto a su hija y al padre de su hija: los tres bajo el mismo paso.
Esta última es Sara Fernández, la benjamina. Empezó su andadura al cumplir la mayoría de edad con los pasos de Penas y Santo Entierro. Un año después llevó a la Esperanza, del Silencio. Repitió. En 2015 se incorporó al Huerto y este año ha hecho lo propio con el Ecce Homo y con Expiración, pero ahora con el Señor. "Es una forma de sentir más cerca a mi padre", explica sobre quien ya no está, pero tampoco se pudo marchar sin transmitirle a su hija la pasión por la carga. Su momento más especial, de hecho, es "recordarle al levantar las caídas del paso nada más entrar en la iglesia". Si tuviera que elegir entre tantos momentos, con ése se queda.
Carmen Vázquez portó durante los dos últimos años a la Virgen de los Desamparados. No ha repetido éste por estar "sancionada". Desavenencias con la junta de gobierno acabaron así. Al fin y al cabo, en todas partes cuecen habas y las hermandades no son una excepción, máxime si se trata de la carga, cuyo estilo isleño defiende apasionadamente al tiempo que se enorgullece de "haber dado este paso" y "poder observar a mi madre detrás, mientras que voy cargando".
"Por los que están... y por los que se fueron. Mi carga es por la fe". Son las palabras de Fátima Santana al encontrar en ello consuelo tras el fallecimiento de un ser querido. Tras una primera etapa en El Puerto de Santa María, ha podido estrenarse aquí y por partida triple. La última Semana Santa cargó a la Virgen de las Penas, al Medinaceli y al Cristo de las Tres Caídas, convirtiéndose en la primera isleña en portar estos últimos pasos.
Aida Barral empezó portando a María Stma. de Gracia y Esperanza, de la hermandad del Huerto, en 2012 -junto a ella sigue- y a la Esperanza del Silencio, un año después. Ha llevado los pasos de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad desde aquel mismo 2013 y desde 2014 al Cristo de la Humildad. La Trinidad, del Medinaceli, supo lo que es ser portada por una mujer gracias a Aida, en 2015, cuando también respiró bajo las andas de la Soledad. Este año, además, añade a la lista Vera Cruz y el traslado al Sepulcro (Redención), pasos con los que "si no he sido la primera, sí una de ellas". Amante de la 'maera' por influencia paterna, indica que "de entre todos los momentos vividos, me quedo con la primera experiencia... él iba en cabeza y yo a la cola".
Siete años lleva Nazaret García cargando a María Stma. de la Salud, aunque entre 2011 y 2013 compatibilizó este palio con Soledad -suspensiones por lluvia aparte-. Portó al Señor Resucitado en 2013. Antes, en 2010, permaneció bajo el trono de Humildad y Paciencia durante la procesión Magna, convirtiéndose en la primera cargadora de este Cristo. Un rol que repetiría en 2015 al formar parte de la cuadrilla de Cristo Rey. "Si tardaron tanto, no fue por prejuicios... es una de las experiencias con más compañerismo que he vivido", aclara. El abrazo de su madre tras la procesión o las 'levantás' que esta cofradía les dedicó el año que no pudieron acompañarla forman parte de este 'compromiso' que "si no cumples, sientes que no estás donde debes".
La última de las entrevistadas responde al nombre de María José Suarez y comenzó su andadura en 2012. Entonces tuvo la oportunidad de cargar, como parte de la JCC, al Resucitado y antes, con la cuadrilla de Desamparados -aquí se estrenó-. En realidad debieron ser las vírgenes de la Salud y la Esperanza, pero las condiciones climáticas lo impidieron. Repitió los dos años siguientes con la Virgen de los Desamparados, a la que en 2015 se unió la Estrella -ostentando el honor de ser la primera-, e incluso tuvo la oportunidad de meterse bajo el paso del Señor para "una trepá de ensueño". Es entonces cuando afloran sus sentimientos, cuando se reencuentra con su fe, porque... "ahí abajo me descubro ante Ella más que nunca, en mis andares van mis rezos por los míos y pongo mi corazón en la almohá"