La gran mentira
Atónitos asistimos al combate partidista para lograr un gobierno de mínimos que dé cierta garantía de estabilidad al Estado español. Para los españoles en general no queda aún claro, si eso será posible o no, pero para los ciudadanos de Cádiz y provincia, esa duda se resolvió ya hace meses y hoy por hoy ya tenemos una idea clara de la categoría de aquellos que por suerte o por desgracia, mas bien por esta última, han sido llamados a dirigir nuestros destinos mas cercanos.
El cambio de siglas en algunas localidades ha sido notable y en otras no tanto, el balance que hasta ahora se puede hacer del renovado relevo en muchos casos, de lo llamado lo nuevo por lo antiguo, da como resultado un exiguo cambio. Más allá de efectos llamativos en lo intranscendente, no se atisba concreciones distintas a la dinámica preestablecida por las fuerzas hegemónicas del bipartidismo representadas por PP, Psoe o la antigua Izquierda Unida.
Los votantes han asistido a episodios novedosos cuando no verdaderamente surrealistas, al ver cómo nuevas formaciones políticas, en su afán de eliminar al PP de los ayuntamientos y bajo el pretexto de su negativa praxis política, entendida como contraria a los intereses generales de los ciudadanos -quizá no exenta de algo de razón- han recurrido a alianzas de izquierdas para arrebatarle el poder, a pesar de que la mayoría de los votos no los respaldasen.
Algo similar había ocurrido previamente tras las elecciones autonómicas cuyo resultado dio lugar a un batiburrillo postelectoral, causa del descontento general, que llevó al poder una vez más a un PSOE, que pasó de un desastroso acuerdo con Izquierda Unida a otro no menos favorable con Ciudadanos y que -al margen de la novedad- no ha aportado aún ningún tipo de mejora a una situación andaluza que ya parece haberse institucionalizado per secula seculorum. Muestra de todo esto es sin duda, los calamitosos datos del desempleo o el más que evidente deterioro social en nuestra provincia, salvo alguna honrosa excepción que dada la situación puede ser considerada como irrelevante.
La conclusión del tema no puede llevarnos más que a pensar, si realmente ésta megaestructura política basada en subsidios, funcionariado, contratos basura, clientelismo político, todo aderezado con la ya endémica corrupción, es rentable al ciudadano o simplemente se corresponde con un burdo reparto de la miseria, tan propio de sistemas comunistas o bolivarianos que algunas de las fuerzas políticas presentes en la provincia tan abiertamente defienden.
Al parecer las nuevas opciones, llámense Podemos o Ciudadanos, después de tanto bombo y platillo ofreciéndose como única alternativa para la regeneración del panorama político, y como era de esperar, también han sucumbido a las mieles del poder y se han subido al carro de la dependencia del sistema, mostrándose muy poco dadas a plantar cara a los verdaderos problemas que atenazan la vida de los ciudadanos en sus entornos mas cercanos, velado propósito inicial, que evidentemente ha caído en saco roto en aras de la gran política y sus intereses electorales y partidistas.
A nadie se le escapa a estas alturas que la economía, en todo el ámbito estatal, es dependiente de la financiación externa de la Europa de los mercaderes, estando por tanto totalmente dirigida desde instancias extranjeras, es decir, que ningún órgano de la administración pública es soberano para encauzar los recursos industriosos si no es con la aceptación externa. Así, que bien se podían haber ahorrado todas sus proclamas populistas, ya que perfectamente eran conocedores de que difícilmente estas podrían llevarse a cabo, sin la previa recuperación de la soberanía económica y política de la nación, cosa que hoy por hoy ninguna de las formaciones políticas que viven del sistema, defienden.
La provincia de Cádiz es exponente referencial de todo lo que aquí digo, rica en recursos naturales y con una excelente situación geográfica, pero a su vez totalmente relegada, con una industria en franca desventaja en relación con localizaciones de otros puntos de Europa e incluso con el norte de África. Salir de esto no va a ser fácil, no a menos que iniciemos el retorno hacia ese camino del que nos desviaron unas instituciones supranacionales hace ya algunos años, con el beneplácito absoluto de aquellos que se suponían debían velar por el interés y bienestar de todos los gaditanos.
Hoy desmantelada la casi totalidad de nuestra industria desde aquella mal llamada reconversión, que solo obedecía a cálculos económicos ajenos, y con una crisis precisamente del sistema que supuestamente nos iba a colmar de parabienes, se abre ante nuestros ojos un panorama verdaderamente aciago, donde según parece la única solución encontrada por los políticos de viejo y nuevo cuño, pasa por dar servicios a un turismo de sol y paella, del que tanto gustan los ciudadanos de esos países en los que curiosamente se diseñó nuestro desastroso porvenir.
La nefasta Unión Europea ha marcado cual es la hoja de ruta a seguir, tanto a los dirigentes políticos de nuestra provincia como a los del resto de España, parámetros que indican abiertamente la necesidad de limitar el desarrollo a cambio de la financiación de un aparato político costoso y desproporcionado y de la entrada de multinacionales, iraníes y sauditas si se tercia, con el consiguiente costo que a buen seguro pagará por ello nuestra sociedad en lo que a identidad y cultura se refiere, eso sí, todo esto sin olvidar el permanente cáncer que para la economía gaditana en general y para la campogibraltareña en particular, supone la existencia de la colonia británica de Gibraltar, reducto anacrónico que viene a complicar aún más si cabe, el ya de por sí difícil desarrollo socioeconómico de la provincia de Cádiz.
José María Trillo Gutiérrez.
Delegado Provincial de Falange Española de las JONS en Cádiz