El éxito
El pasado artículo de esta sección estuvo dedicado al orden por considerarlo que -éste- es la base de conseguir el éxito en la vida. Por eso es el artículo propuesto hoy.
Y se supone que el éxito para el estudiante, consiste en dominar una materia difícil. Para el periodista conseguir las noticias en auténticas primicias. Para el deportista ganar una competición. Para una madre o un padre, comunicarse con sus hijos y así sucesivamente…
En términos generales el éxito a menudo se equipara con las riquezas que acumulamos, que a la vez nos permiten disfrutar de toda una gama de placeres.
Para algunos, la fama y los aplausos constituyen las mejores evidencias del éxito. Sin embargo con ello suele venir la adulación y el sentido de poder que suele acompañar a los ricos y a los famosos.
El éxito frecuentemente se le describe como la capacidad de ejercer una profesión o una carrera con grado de excelencia superior al de la mayoría. Este tipo de éxito es relativo; dependiendo no sólo de la habilidad del individuo, sino del ambiente en el que se desenvuelve y de las personas con las que compite.
De igual manera -la posesión de riquezas- a veces despierta un tipo de admiración que permanece mientras dura. Y en este caso, muchos admiran no a la persona o al carácter, sino al poder que le otorga sus posesiones.
El éxito normalmente se relaciona con la duración o la plenitud de las facultades humanas. Por tanto, se les niegan las credenciales al éxito a aquellas personas jóvenes o bisoñas en sus carreras y se preguntaría ¿por qué? También se relaciona con el atractivo físico, con el nombre y los apellidos o con las características y/o las apariencias que se perciben a simple vista.
Estos tipos de éxitos no son permanentes ni mucho menos universales. Pero aún así la mayoría de nosotros anhelamos ser conocidos como triunfadores, recibir la agradable distinción de destacar no sólo dentro del ambiente, sino también entre las personas que nos rodean. Es como subir los peldaños de una escalera camino hacia el éxito, aunque con cuidado y no precipitadamente.
Para triunfar en la vida se necesita forzosamente destacar sobre los demás porque en el fondo, el triunfo está ligado al desarrollo de nuestro carácter y al destino final que escogemos, que no es otro que soñar, trabajar y confiar.
Básicamente estos son los ingredientes necesarios para confeccionar un buen menú que nos garantice el éxito. No importa la edad. Porque los sueños rosados de la juventud darán lugar a los sueños dorados de la madurez y a los previsores planteados de la ancianidad.
Aún así el trabajo con el cual ganamos nuestro sustento -no- nos proporciona todas las satisfacciones que desearíamos, aunque hagamos todo lo posible por hacerlo bien. Y si -no- nos sentimos realizados, intentemos un esfuerzo honesto y decidido por convertirnos en la persona capaz de ejercer las funciones que sí nos harían felices.
Recordando a Albert Schweitzer, médico, teólogo, músico alemán y premio nobel de la paz en 1952. Decía que el éxito no es la clave de la felicidad. Sino la felicidad es la clave del éxito.
Y finalmente para llegar a ese estado de plenitud, hay que confiar. Sí, confiar en sí, en los hombres y en uno mismo. Por eso, todos necesitamos de la confianza y de la hábil conducción de alguien que nos entienda, nos sostenga y nos guie hacia el camino del ¡éxito propuesto!