Publicado el: Jue, 31 Dic, 2015
Nuestro Patrimonio

Las anécdotas de un puente que une generaciones

El puente Lavaera en la actualidad.

El puente Lavaera en la actualidad.

La Baera, La Vaera, Lavaera... Se le ha denominado con tantas deformaciones distintas a lo largo de la historia que resultaría difícil afirmar con total certeza el nombre original de este mítico puente de paso entre las marismas del Carrascón, icono de ocio para tantas generaciones de isleños cuya sola imagen supone una fuente inagotable de recuerdos.

"Casi un esquema de puente, pero por él discurre la ajetreada vida de los hombres de las salinas", afirmaba P. Marcos en su artículo 'San Fernando, ciudad con puentes' escrito en la década de los sesenta para Mirador de San Fernando, asegurando que cada uno de los existentes habían sido construidos a partir de alguna necesidad concreta: de Suazo, de Ureña, de Caño Herrera y el desaparecido de La Casería, amén del protagonista de este artículo. Lo describió como "el más modesto y, sin embargo, el más entrañable. Aunque posiblemente no sea conocido por muchos de nuestros convecinos, no tiene secretos para los que viven en el barrio del Carmen, en particular para los chiquillos que en verano se chapuzan a su alrededor".

El artículo no aportaba más datos sobre su origen, no existe fecha de construcción aunque "suponemos que debe haber sido muchas veces reconstruido a juzgar por su débil estructura", y así es, desde luego, a juzgar por dos fotografías separadas por medio siglo de diferencia.

El puente hace 50 años, en una fotografía de Quijano.

El puente hace 50 años, en una fotografía de Quijano.

Pero... ¿qué lo hace tan especial? hace unos días la plataforma web Patrimonio La Isla publicó una fotografía y las reacciones no dejaron lugar a dudas. "Momentos inolvidables... no importaba que fuese verano, o invierno", expresaba Jesús Toledo. "Entrañable y, antiguamente, divertido", añade Justo Gaviño, eso sí, también "peligroso ante las imprudencias de jóvenes bañistas". La mayoría de los isleños de más de treinta años asegura haber aprendido allí a nadar, o, al menos, haberse dado algún que otro chapuzón. Una costumbre practicada desde al menos el siglo XIX por los vecinos que no tenían poder adquisitivo para costear su acceso a las 'casas de baño'. Otros recuerdan coger allí 'biñocas' -para después emplearlas como cebo- coquinas o cangrejos, o pasear en bicicleta. Más recientemente, ha servido como escenario para la contraportada de uno de los trabajos discográficos del cantautor isleño Fernando Lobo, por lo que en realidad nunca ha pasado de moda.

"Mi primo y yo decíamos en casa que íbamos a bañarnos al Zaporito, pero acabábamos en el puente Lavaera a escondidas", recuerda Justo Gaviño, hoy lejos de La Isla, "lo teníamos prohibido porque a finales de los cincuenta se consideraba un sitio peligroso". Y es que al parecer llegó a ocurrir alguna que otra tragedia: "un chaval murió al golpearse la cabeza". "Íbamos con el miedo y la no menos inconsciencia propia de unos niños que saben que obran mal, pero lo pasábamos de categoría... nunca llegaron a enterarse los mayores", confiesa entre risas.

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