Publicado el: Mié, 9 Dic, 2015
Opinión

Luis Berenguer, testigo de un mundo virgen

Fachada de la casa de Luis Berenguer, en la calle Real.

Fachada de la casa de Luis Berenguer, en la calle Real.

Hablar de Luis Berenguer y su obra es como dar un repaso a la vida. Gozar y sufrir la ingenuidad y el dolor del mundo rural, otear desde las alturas inmarcesibles el mundo propio de la burguesía andaluza, sufrir por la incomprensión de una sociedad enferma mientras perdemos parte de ese mundo que nos rodea o rendir honor a nuestras fuerzas armadas. En suma, un mundo inalterable que se niega a borrar fronteras en una sociedad que busca nuevos senderos.

Seis fueron las novelas que nos dejó, El mundo de Juan Lobón, Marea Escorada, Leña verde, Sotavento, La noche de Catalina Virgen y Tamatea. La primera que escribió y la más famosa de todas, El mundo de Juan Lobón, fue publicada en 1968. Ganó el premio de la Crítica de ese mismo año y fue utilizada para la creación de una serie de televisión emitida por Televisión Española.

Dado, además, que el abajo firmante, como diría un documento judicial, vivió sus primeros dientes, y hasta tiempo después de la mudanza de sus muelas en el mundo rural, permítanme que me recree en ésta su primera novela.

El mundo de Juan Lobón está escrito desde la perspectiva de un cazador furtivo que narra su vida desde la cárcel, donde cumple condena por delitos que no cometió. Su mundo es la caza furtiva, la convivencia con una naturaleza casi virgen y sin trampas donde lucha por sobrevivir y proteger a los suyos. En él se enfrenta tanto a los caciques, a la mezquindad y envidia de su propia gente y, lógicamente, a las autoridades. Aunque es, curiosamente, entre algunas de estas donde encontrará algo de comprensión y respeto, las que están más cerca de su ambiente, la Guardia Civil. Inspirada en la vida real de un cazador, José Ruiz Morales, alias 'Perea', la novela se constituye en testimonio de una realidad incuestionable, el mundo rural de una Andalucía en posguerra. Los verdaderos protagonistas  de esta novela son tanto la pobreza de este ambiente como la injusticia reinante en un mundo dominado por caciques donde la humildad y el servilismo son garantía del pan nuestro de cada día, o más bien de cada semana cuando el referido pan tiene a bien caer de las manos de quien lo posee.  La justicia se compra o se vende a capricho del cacique de turno. Las leyes se interpretan contra los desheredados. Y en este mundo, Juan Lobón, el José Ruiz de la vida real, carece de ideología, vive bajo unas leyes de la naturaleza que, basadas en la eficacia y en la fuerza matizadas por una mentalidad inocente y primitiva, no pierden el sentido de la solidaridad con los suyos, con los desheredados de la fortuna, con aquellos que nada pueden darle pero que son los suyos, los que sufren con él.

Y todo esto, salido desde el alma de la pluma del autor. Berenguer no conoció este mundo de oídas. Ni siquiera le vio desde una ventana. Lo vivió. Lo vivió con tal fuerza que quienes tuvimos la ocasión y la suerte -sí, amigos, suerte- de vivir aquel ambiente duro y limpio, lo hemos revivido con la fuerza que él le dio. Don Pepe, el médico, fue don Paco, el médico de mi pueblo. La Centella fue el Cañonero, veloz y fuerte como bala de cañón, aquel galgo era pura belleza volando sobre la grama de un campo vestido de verde esperanza. ¿Y qué decir de la Médica? Más de uno de ustedes, queridos lectores, fue a consultarla allá por los alrededores de Arcos de la Frontera.

Portada de una de las ediciones de 'El mundo de Juan Lobón'.

Portada de una de las ediciones de 'El mundo de Juan Lobón'.

Lo mismo podríamos decir de esa lección inolvidable que cada cazador debe tener presente cuando sale, acompañado por su podenco, si no quiere quedar en ridículo ante él:

<<Si el conejo está en la mata

Contra el viento siempre escapa

Si te oyó con disimulo

Le puso al ruido el culo.

Y si el culo tiene blanco

Muerto está si no eres manco>>

Muy parecida se la oí a mi padre alguna vez.

Todo eso, acompañado en su diario devenir de doña Petra, el guarda Rico, el don Senén de turno, falso como aquel al que tanto aludieron en sus conversaciones en la taberna de Blas mis vecinos y los de más de uno de ustedes: "Ni a mi peor enemigo se lo deseo, que con ese picapleitos, juicios tengas aunque los ganes".

Nada crea Luis Berenguer. Ahí está su acierto. La realidad, muchas veces, supera a la ficción. Y don Luis Berenguer se limitó a testimoniar esa realidad. Uno de sus personajes lo dijo: "La mentira que me trajo aquí, echó esta vedad que cuento".

Manuel Cubero Urbano

Sobre el autor

- Patrimonio La Isla es la mejor manera de acercarse al tesoro artístico y cultural del pueblo isleño gracias al entusiasmo de un equipo multidisciplinar particularmente comprometido con la investigación, la difusión y la concienciación ciudadana en torno al mismo.

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