“Rocky Balboa: entre el milagro y la leyenda”
Cleveland, 24 de Marzo de 1975. Muhammad Ali y Chuck Wepner combaten por el título mundial de los pesos pesados. El primero venía de agrandar su leyenda tras su mítica victoria contra Foreman, mientras que Wepner era un veterano boxeador semi desconocido que aún estaba sorprendido por la invitación del gran campeón a luchar contra él. Nadie daba un dólar por el aspirante, pero en una de las demostraciones de pundonor más recordadas de la historia del boxeo logró aguantarle quince asaltos al campeón, siendo noqueado a escasos veinte segundos del final del combate. Entre el asombrado público se encontraba un joven actor de 29 años, prácticamente desconocido, que tras la pelea corrió a su casa con una brillante idea en la cabeza. Su nombre era Sylvester Stallone.
Stallone veía como su carrera no terminaba de arrancar, con pequeños papeles en televisión y films de bajo presupuesto como únicos trabajos, viviendo en un pequeño apartamento y sumido en la pobreza. Pero esa pelea le proporcionó una historia que plasmó en guión cinematográfico en solo tres días. Ese guión tenía por título “Rocky”.
El bueno de Sly comenzó a pasearse por las grandes productoras con escaso éxito hasta que la United Artists le prestó atención, pero con ciertas condiciones. A los jefes les gustaba mucho la historia, pensando en estrellas de la época como Burt Reynolds, Robert Redford o Ryan O´Neal como posibles protagonistas con tirón en la taquilla. Le ofrecieron la friolera de 350.000 $ por la compra de los derechos del guión y que, de paso, se olvidara de protagonizarla. Stallone no aceptó la suculenta oferta, a pesar del lamentable estado de su economía. Batalló en las negociaciones hasta que por fin la productora dio luz verde al proyecto, con él de protagonista, pero asignándole de presupuesto un ridículo millón de dólares.
En Enero de 1976 comenzó el rodaje a las órdenes de John G. Avildsen, respetado realizador que había dirigido tres años antes a Jack Lemmon en “Salvad al tigre”, consiguiendo el mítico intérprete su único Oscar como mejor actor protagonista. Durante el frío invierno de Philadelphia se llevó a cabo el rodaje en tan solo veinte días, con más imaginación e ilusión que medios.
Con la película terminada la United Artists seguía sin apostar por ella, pensando en relegar su exhibición a un limitado número de cines y en sesión doble. Confiando poco en las posibilidades comerciales del film, se decidieron a proyectar un pase privado en la Universidad de California para testar la reacción del público. Un nervioso Stallone se sentó entre el público durante la proyección. Al finalizar la película y tras el silencio de los cientos de espectadores allí presentes, decidió quedarse en su butaca sin parar de llorar. Al rato, saliendo del edificio totalmente hundido, observó con sorpresa que el público le estaba esperando en la salida para regalarle una impresionante ovación. Y a partir de ese momento todo cambió. La productora se atrevió a distribuir el film por un gran número de cines a lo largo y ancho del país observando con sorpresa que el público enloquecía en cada sesión. Se daba el extraño fenómeno de ver cómo el público vitoreaba y se levantaba de sus butacas para animar al entrañable personaje, lo que proporcionó al film un impresionante “boca a boca” que se extendió por toda la nación. El pequeño film que costó solo un millón de dólares recaudó la friolera de 117 millones en USA y 225 a nivel mundial. Y por si fuera poco, comenzó a recolectar una lluvia de premios que tuvo su momento más álgido en la gala de los Oscar de 1976, consiguiendo tres premios incluyendo el de mejor película del año. Poco importó que Stallone no consiguiera el Oscar al mejor actor y al mejor guión original a los que estaba nominado, porque lo verdaderamente importante era que Sly se había convertido en una gran estrella de la noche a la mañana y Rocky Balboa en uno de los personajes cinematográficos más queridos de todos los tiempos.
Con Stallone instalado en la nobleza de Hollywood, el público demandaba secuelas en las que poder seguir disfrutando del personaje. Y el éxito radicaba en su cercanía y humanidad, porque era muy fácil identificarse con un personaje bonachón y luchador que aprovechó la oportunidad entre un millón que se le brindó. Sus secuelas, de la segunda a la cuarta, eran espectáculos cinematográficos enormemente entretenidos que consiguieron igual o más éxito que la primera película. De hecho, las cuatro primeras entregas de la saga permanecen en la lista de las películas más taquilleras de la historia a nivel mundial si ajustáramos sus recaudaciones al valor actual del dólar.
En 1990, Stallone decidió volver a las raíces del personaje con “Rocky V” pero observó que el público no estaba preparado en esa época para asistir impasible a la caída del mito. A pesar de unas decentes recaudaciones, el público dio la espalda al film porque se habían dejado por el camino muchos aspectos que hicieron grande al personaje. Entonces el famoso actor decidió dar carpetazo a la saga hasta que en 2006 se atrevió a resucitar su querido alter ego. Contra todo pronóstico “Rocky Balboa” agradó a todos los fans, consiguiendo un importante éxito de taquilla con el beneplácito del público al presunto cierre de la saga. Pero todavía quedaba un último asalto.
En 2014 Ryan Coogler y Michael B. Jordan, director y protagonista de “Fruitvale station” uno de los hitos del cine independiente americano en la última década, decidieron proponer a Stallone una inteligente resurrección del personaje. Y tras leer el guión, aceptó. El producto final se llama “Creed, la leyenda de Rocky” y es el principal motivo de este artículo. La relación entre el hijo ilegítimo de Apollo Creed y un más que maduro Rocky Balboa ha dado lugar a uno de los films más aplaudidos del año en USA. Contra todo pronóstico la crítica ha enloquecido con la cinta, pronosticando para el film varias nominaciones en la próxima gala de los Oscar. Y lo más sorprendente es que el injustamente denostado Stallone suena con fuerza como uno de los claros candidatos a ganar el próximo Oscar al mejor actor secundario. Y digo secundario porque en “Creed, la leyenda de Rocky” él ha cedido el protagonismo al joven Michael B. Jordan, reservándose un papel de mentor que ha maravillado a todo el que ya la ha visto. Y si la crítica la coloca como uno de los films más estupendos de los últimos tiempos, aplaudiendo que pueda recuperar con inusitado acierto el espíritu de la primera entrega, el público está respondiendo espectacularmente en taquilla desde su estreno el pasado 25 de Noviembre en USA.
No podría imaginarme mejor final para un personaje que ya forma parte de todos nosotros. Durante cuarenta años ha logrado hacerse un hueco en nuestras vidas, siendo referencia ineludible de la cultura popular de las últimas décadas. Todos somos un poco “Rocky” en nuestro día a día. En nuestro trabajo, en nuestra vida familiar, afrontando todos los problemas cotidianos con los que nos enfrentamos, siempre hay enseñanzas del inolvidable personaje que podemos hacer nuestras.
Nunca olvidaré la primera vez que vi “Rocky” con apenas diez años, junto a mí adorado abuelo Antonio. Fue la primera vez que viví intensamente una película, sembrando en mí la semilla del gusto por el buen cine que ya nunca dejó de crecer. Adoro a Billy Wilder, Woody Allen, Truffaut o Scorsese y todo gracias a esa tarde de sábado en la que, saltando y gritando junto a mi querido abuelo, me di cuenta de lo grande que es el cine. Por todo ello, gracias a Stallone y a su imperecedera creación. Gracias infinitas.