La Gloriosa Infantería de Marina
Con motivo de la pasada celebración del día de las Fuerzas Armadas, he de confesar que dicha celebración despertó en mí el deseo de escribir el artículo presente:
Desde niño y tras alcanzar el uso de razón, pude percibir algo de lo que hoy me siento gratificado por haber vivido en un clima familiar y castrense.
Mis abuelos materno y paterno, eran militares, marinos de la Armada Española concretamente. Ambos procedían de Galicia y llegaron a esta zona por razones de sus destinos donde como tantos otros se casaron y establecieron aquí sus hogares.
Por otra parte en mi larga y longeva familia materna, habían tíos y primos militares; unos, eran marinos -también de la Armada- y otros, marinos -de la Mercante-. Así que queda muy claro cuál fue el espíritu que marcó en cierto modo mi carácter desde mi más tierna infancia.
Mis padres hijos de militares recibieron una educación que por transmisión natural me inculcaron. Mi padre aunque no era militar, sí estuvo relacionado con los militares como funcionario, era maestro, otra de las profesiones de tipo vocacional en las nobles tareas educadoras de las personas. Profesión que continué convencido y que sólo hubiese cambiado tal vez o quizás sin duda por la militar.
Por otra parte había crecido en esta ciudad dentro de otro ambiente militar, que inevitablemente se palpaba en la calle. Salir a ella, era imposible no encontrarse con un militar del cuerpo o del rango que fuese.
Habida cuenta de los estamentos militares que existían: los buques surtos en el Arsenal, las dependencias militares, la Capitanía General y los acuartelamientos, tales como el Cuartel de Instrucción de Marinería (conocido popularmente como el mil quinientos) la Infantería de Marina, la Escuela de Suboficiales, la Escuela de Aplicación -que por cierto se llevaron-. Así como los del Ejército de Tierra en Camposoto. Ah! el Observatorio y el antiguo Hospital Militar o Naval de San Carlos.
Por otra parte, el servicio militar, que llenaba a la ciudad de jóvenes marineros, soldados y milicias (estos sólo en verano) Así como los distintos actos castrenses que se prodigaban a veces colaborando en actos civiles, sociales, artísticos y culturales, que se traducían en procesiones, conciertos y en otros etcéteras.
Y en otras ocasiones como consecuencias de sus propios oficios profesionales: desfiles, ejercicios, marchas, maniobras y otras misiones humanitarias.
Pero no cabe la menor duda que estas circunstancias influyeron a que se produjera en mí y en mi mente una manifiesta familiaridad y cariño con todo lo relacionado con lo militar, de tal manera que no sólo perdura todavía en mí ánimo, sino que lo llevo presente alojado en mi corazón.
Y si a todo eso, le añadimos que además de mi dedicación a la docencia, durante 33 largos años estuve también directamente vinculado con la Armada; trabajando para ella como funcionario civil de la administración militar; resulta muy difícil sustraerse o separarse del espíritu castrense.
Y también de su rigor, de su disciplina y de los más íntimos sentimientos patrios, que se elevan cuando oyendo sus marchas, o se contempla un desfile militar, especialmente si los que desfilan son Infantes de Marina.
Infantes que rasgan los sentimientos; arrancando los aplausos de los ciudadanos por el ritmo y la marcialidad que le imprimían al mismo en aquella época, que hoy seguramente sería muy difícil de superar.
Todo este extenso preámbulo, creo que ha sido necesario para situar lo que sigue como consecuencia no sólo del día de las Fuerzas Armadas, ya comentado al principio.
Sino que también surge después de haber asistido a la festividad de San Juan de Nepomuceno, Patrón de la Infantería de Marina (dicho sea de paso, el Cuerpo de la Armada Española más antiguo del mundo) que se había celebrado en el Tear Armada, mediante una función religiosa y un sencillo acto consistente en la lectura de las Leyes Penales para conmemorar dicho santoral y patronazgo.
Motivo éste que me hizo recordar también además de los citados actos ya relatados, la feliz ocasión que tuve de asistir al 138 aniversario de la concesión de la Corbata de la Orden de San Fernando en el Tercio Sur de esta localidad.
Y ya hacía bastante tiempo que no asistía a un acto militar y menos aún de esta índole. Y en honor a la verdad, tengo que decir que en cierto modo, me reencontré con las añoranzas pasadas de otros tiempos tan queridos y recordados.
Aparte de las atenciones recibidas -exquisitas- desde que entré en el recinto militar -otra de las peculiaridades que caracteriza a la Infantería de Marina- pude comprobar gratificado, gozoso y emocionado, todo el desarrollo del acto en sí mismo. Para mí, fue retrotraerme al pasado y revivir aquello que desde niño tantas veces había visionado.
Después de la ceremonia militar, imposiciones de medallas, ofrenda a los caídos, discurso, arenga, rendir los honores a la bandera, vítores y desfile de batallones. Todo ello medido y realizado con una puntualidad extrema y una pulcritud excepcional y meridiana, se ofreció un concierto.
Concierto que realizó la Unidad de Música del Tercio Sur consistentes en un repertorio de distintas y variadas obras; destacando entre ellas: General Aláez (marcha militar) Holyday in Río (de W. Sneider) y El Tren de la Alegría (poema sinfónico descriptivo) de G. Baudot y Appalachian Overture de J. Barnes.
La marcha General Aláez tiene además una parte dedicada a la Virgen del Carmen, que cantada por las voces de los Infantes de Marina, fue muy entrañable, íntima y emocionante.
Holyday in Río de corte desenfadado y tropical con un apetecible ritmo musical que invitaba a bailar y que interpretado por una banda militar, parecía imposible encajarla tocada por unos músicos serios y uniformados que, a su vez sorprendían gratamente; ofreciendo una combinación perfecta por la infrecuencia de oír y visualizar estos ritmos mezclados con la seriedad que imponía el uniforme.
Y por último, El tren de la alegría, que me transportó con gracejo y simpatía a percibir todos los sonidos que antaño se oía en una Estación de Ferrocarril (genial para la nostalgia de los más románticos en los que me incluyo, toda vez que también viví muy de cerca los acontecimientos pertinentes de una Estación de Ferrocarril.
Mi padrino fue Factor precisamente de la de San Fernando y posteriormente Jefe de Estación de la de Sevilla). Y excuso decir lo que disfrute entre andenes, vagones, viajes, estaciones y de aquellos ferrocarriles que se sabía cuando salían, pero nunca cuando llegaban. ¡Qué tiempos!
Y así finalizó un día espléndido que la Gloriosa Infantería de Marina me proporcionó, en el día de la festividad de su Patrón que me hizo revivir todas aquellas ricas vivencias que he referido de las que guardo en la memoria recordándola con especial cariño. Pues por todo eso debo decir a modo de homenaje y reconocimiento ¡Enhorabuena y Gracias, muchas gracias Infantes de Marina!