Autóctonos y foráneos
El presente artículo ya fue escrito hace años, pero las circunstancias son las mismas y algunas de ellas siguen latentes y conviene recordarlas, por que resulta evidente observar que los pueblos y las ciudades surgen fundamentalmente, tanto por el asentamiento que las familias y los individuos hacen de un lugar determinado, como por la conjunción que se produce entre los lugareños y los que se incorporan desde afuera, es decir: autóctonos y foráneos.
Y éstos, convertidos en ciudadanos son los que van a determinar las características propias y a fijar la idiosincrasia del pueblo o la ciudad de la cual se trate, en función de sus comportamientos.
Esta condición generalizada, toma mayor dimensión en nuestra querida ciudad, que no es distinta de las demás en cuanto a pasar por el tamiz de estos fenómenos de identidad, arraigo o desarraigo, pero quizás con un punto o una cualidad diferente con respecto a otras ciudades, por ser la nuestra -receptora- de haber albergado en su suelo a uno de los tres Departamentos Marítimos de entonces, un Arsenal y hasta hace relativamente poco, una Capitanía General.
Sí, aquí, en nuestra querida Real Isla de León, en la Muy Noble, Leal, Histórica, Parlamentaria y Constitucional Ciudad de San Fernando -no en Cádiz-, circunstancia aclaratoria y de peso, que incluso me atrevería a decir -reivindicativa- que tanto enorgullece a todos los que son y se sienten isleños, porque además tienen la certeza de que -este hecho- ha contribuido no sólo a la formación de la ciudad, sino a que alcanzara la mayor prosperidad y prestigio en su crecimiento y en el desarrollo económico de aquellos tiempos.
Por este motivo principal además del florecimiento de otras actividades, vinieron a nuestra ciudad muchas familias y muchos civiles y militares. Unos; los civiles, probablemente por voluntad propia, buscando tal vez establecerse para mejorar sus condiciones de vida. Y otros; los militares, no precisamente por su voluntad -que también- sino acaso por el azar o por el paradójico destino de “los destinos”. Porque, como no, también me refiero a nuestro Ejército de Tierra, presente igualmente aquí, en Camposoto, desde hace bastantes años.
Y todos juntos: civiles y militares, autóctonos y foráneos, conformaron la ciudad. Y hoy muchas de esas familias conviven con las nuestras en esta tierra bendita, porque una parte importante de esos ‘foráneos’ se casaron aquí. Y aquí han nacido sus hijos y sus nietos; integrándose en la ciudad y en sus costumbres.
Por eso, el objetivo de este artículo no puede ser otro que el de divulgar, recordar y -homenajear públicamente- y sin excepción alguna, a todos los hombres y mujeres que nos llegaron por considerarlas en mi sentimiento de amor por mi ciudad, de obligada justicia y no de menor reconocimiento.
Y este movimiento demográfico tan diverso que hemos recibido, si bien por una parte ha influido de alguna manera a que nuestra -identidad- como pueblo no sea exclusivamente -autóctona en su plena totalidad- por otra, ha permitido crear un clima de convivencia fluida en plena armonía; que ha dado origen y sentido, luz y color a ésta pequeña Isla -en razón a su tamaño- pero inmensamente grande por su historia, por su nobleza y por el espíritu amable y generoso de la hospitalidad de sus ciudadanos: ¡Autóctonos y Foráneos!