'La Ceterilla' del Zaporito adquiere connotación gastronómica
Son varios ya los meses desde que el Molino del Zaporito abriera sus puertas al público, por primera vez, con objetivos turísticos y culturales, para darlo a conocer. Compartir su historia no sólo con los visitantes, sino también con los propios ciudadanos -inconscientes de lo que atesoran, en muchos casos-.
Una iniciativa que se prolongó en el tiempo con la intervención de varios equipos de gobierno hasta que por fin 2015 trajo consigo la licitación del emblemático edificio y su entorno a la empresa Ciencia Divertida, encargada de su gestión. Niños y mayores han disfrutado desde entonces recordando una actividad ancestral, vinculada a la descarga de sal en el muelle de Saporito, a la molienda del grano en el molino construido por Micón, al embrión de lo que más tarde se convertiría en mercado central de abastos, a los baños inaugurados por el IV Marqués de Ureña, o a la carpintería de ribera.
Los primeros, a través de talleres escolares que incrementan sus conocimientos históricos y científicos, vinculados a la energía renovable; los segundos, mediante visitas guiadas que suponen verdaderos viajes en el tiempo. Pero faltaba un último ingrediente, como no, la nota gastronómica. Por eso desde entonces y, tras contar con los permisos oportunos, se venía ejecutando un proyecto de kiosko-bar acristalado, en plena plaza Manuel de la Puente, con vistas inmejorables y donde los visitantes podrán concluir su experiencia cultural gracias un oportuno tentempié, organizar románticas cenas junto a la marisma o tomarse el refresco al mediodía, dando vida así a una zona antes tan deprimida.
Los mayores aún recuerdan cuando “al Zaporito sólo íbamos a deshacernos de lo que ya no servía”. Porque eso era hasta que este proyecto se puso en funcionamiento: un gran vertedero, más tarde habilitado como aparcamiento. Sin embargo, no todo es malo, ni mucho menos, porque los mismos también recuerdan cuando, de pequeños, pasaban de un lado a otro del caño sobre los arcos de roca ostionera que conforman la parte baja del molino. ¿Cuál es el nombre de lo que para ellos simulaba un puente colgante en medio de la sabana africana?
‘La Ceterilla’, como muchos recordarán. Y en homenaje a ese símbolo que tantas risas y tantos sustos dio a isleños de otra generación, hoy alegremente recuperado, se ha bautizado este nuevo local de tapas que desde el viernes, y en adelante, se convertirá en punto de encuentro para todos los amigos de Juan Domingo Saporito y su importante legado.
El bar del zaporito creo que lo que va hacer es quitarle sitio de juego a los niños en la plaza,aparte de darle beneficio al dueño claro.
Exacto, un negocio en el que se ha invertido con sus riesgos, que dará trabajo a gente desempleada y generará actividad en un espacio monopolizado hasta ahora por niñatos malcriados que día sí y día también dejan la plaza hecha una soberana mierda porque los padres son peor aun que ellos 🙂
La fauna, al zoológico.