El Zaporito hacia delante
De nuevo el Zaporito se pone en marcha hacia delante. Se trata ahora de un nuevo impulso: el Molino de Mareas ha abierto sus puertas al público.
Todo comenzó con un proyecto aprobado en el año 2010, y ahora, finalmente, de la mano de la empresa Ciencia Divertida, los escolares pueden realizar actividades y talleres, y los adultos disfrutar de un programa de visitas con las que podrán conocer la historia del molino, del barrio y la influencia tan decisiva que tuvieron en la Isla.
En estos tiempos en los que el despilfarro, la mala gestión y la corrupción llevada a cabo durante décadas, han traído como consecuencia la falta de apoyo económico público generalizado, y aún más en actividades culturales, a las que se llega a considerar como un lujo, es de notar que tenga lugar un proyecto como éste.
Pero quizás sea por estos malos tiempos que estamos viviendo, por lo que debemos reinventarnos fijándonos en nuestro propio potencial para salir adelante. Historia magistra vitae est, y nuestra Isla siempre ha tenido ejemplos de emprendedores que han sabido sacar partido de nuestro patrimonio para salir adelante.
Hace ya más de 300 años que Juan Domingo Saporito, rico y noble genovés, afincado en el próspero Cádiz de finales del siglo XVII y principios del XVIII, con una gran visión de futuro, aprovechando el patrimonio natural del lugar, decidió construir un canal que comunicara el caño de Sancti Petri con los terrenos de su propiedad para que las mercancías que transportaban los candrayes y los faluchos a través de este caño, pudieran llegar hasta un embarcadero también de su propiedad y crear negocio con ello. A este fin contrató y financió él mismo un proyecto con Juan de la Cueva, pagando a dieciocho maravedíes de vellón la vara cúbica de dragado.
Pero esta inversión le salió muy rentable ya que, unos años más tarde, antes de volver a Génova, consiguió vender su finca a José Micón, también de procedencia italiana y afincado en Cádiz, quien encontrándose ya la obras del caño realizadas por Saporito, decidió seguir adelante y construir él mismo un molino de mareas para hacer negocio moliendo el grano que llegaba hasta el embarcadero de su recién adquirida finca. El molino, además de la propia utilidad como tal, es decir, la de moler grano, desempeñaba otra no menos importante, la de servir de puente entre las dos orillas del caño, lo que resultaba de gran utilidad.
Sin embargo Micón se encontró con diversas dificultades. La más importante fue sin duda la de conseguir los derechos para la utilización del agua del caño, ya que su vecino, el Duque de Arcos, propietario de la finca colindante, no se lo concedía. Sin embargo pleiteó con él hasta conseguir salir adelante y poner el molino en marcha.
Más tarde su nieta y heredera, Teresa Zaldivar y Micón, se casó con el segundo Marqués de Ureña, José Molina y Rocha, quienes serían los padres de Gaspar Molina Zaldivar, el famoso tercer Marqués de Ureña que todos conocemos, verdadero hombre ilustrado, arquitecto, autor de los planos del edificio del Observatorio de la Armada, director de las obras de la población de San Carlos, constructor del puente de Ureña, hombre de letras y un auténtico humanista de su tiempo.
De esta manera la saga de los Ureña entró en el Barrio del Zaporito. Los Ureña siguieron adelante con la actividad del molino, reformaron el muelle, y dieron nombre a una nueva actividad de tipo lúdico que se desarrollaría ya entrado el siglo XIX, cuando por fin, después de la guerra con los franceses y llegados los tiempos de paz, los isleños pudieron dedicarse a actividades más lúdicas. Nos referimos a los llamados Baños de Ureña. Estaban considerados beneficiosos para la salud y fue una moda muy extendida cuando el calor apretaba, mucho antes de que se iniciaran los paseos y los baños en la playa. Estos baños dependían del horario de las mareas y para el uso de las instalaciones dispuestas para ello en la caldera del molino del Zaporito se debía pagar una entrada. A los baños acudían las clases más pudientes, que les proporcionaba movimiento económico para seguir adelante, puesto que, con tal afluencia de público, no sólo los propios baños sino también las tiendas y tenderetes instalados en las proximidades conseguían mantener a flote sus pequeños negocios.
Al final del siglo XIX comenzó a tener relevancia la industria artesanal de la carpintería de ribera, que vería su máximo esplendor durante la segunda década del siglo XX con Manuel Martínez Caballero, 'El Pelele', apodo que heredó de su abuelo, a quien, de niño, los franceses llamaron de este modo por la simpatía que derrochó entre ellos.
Manuel Martínez Caballero llevó hacia delante la industria artesanal de la carpintería de ribera cosechando grandes éxitos, y convirtió el Zaporito en un verdadero astillero civil, construyendo numerosas embarcaciones, algunas, como el Rocafull, de gran calado.
Su hijo, Pedro Martínez Chamorro, inició los trabajos de investigación para aclarar el origen del nombre del Zaporito, demostrando que nada tiene que ver con San Hipólito, como se creía, sino que no es más que el apellido de Juan Domingo Saporito, al que el habla andaluza ha hecho evolucionar a 'Zaporito', como también ha ocurrido con Suaso> Zuazo, o Cambiasso> Cambiazo.
Por tanto nuestra Historia nos muestra claros ejemplos de hombres que han sabido aprovechar las posibilidades del patrimonio que les rodeaba para sacarle partido, venciendo las dificultades que se les presentaban.
Con la iniciativa que se acaba de poner en marcha en el recién reconstruido molino de mareas, de nuevo el Zaporito se pone en movimiento.
Pero hay que seguir adelante y falta mucho por hacer: hay que dragar el caño para conseguir que no se acumule basura en el mismo y que pequeñas embarcaciones puedan llegar hasta la rampa del muelle, lo que sin lugar a dudas serviría para el desarrollo de actividades deportivas.
Por otra parte, se debería recuperar un candray, para colocarlo en la plaza Manuel de la Puente y que recordara a los isleños y visitantes la floreciente industria que hubo en este lugar y la gran actividad comercial del caño de Sancti Petri, que lo utilizó como vehículo de transporte.
Se debería recuperar el edificio de lo que fue la carpintería de Martínez para convertirlo en un museo-escuela-taller de esta industria artesanal, y convertir San Fernando en una ciudad pionera en un proyecto de estas características.
El dique del astillero de Martínez, lamentablemente se encuentra cubierto de piedra caliza y ha quedado totalmente sepultado bajo ella. Se trata de una construcción realizada completamente en piedra ostionera, que habría que recuperar para uso deportivo y para prácticas de la escuela-taller que hemos mencionado.
La proximidad del parque natural ofrece la posibilidad de desarrollar una gran variedad de actividades en contacto con la naturaleza, observatorio de aves, rutas ciclistas, senderismo, ejercicio al aire libre, rutas en kayak, actividades que, aunque alguna ya exista, no están suficientemente desarrolladas y organizadas.
El Zaporito ha ejercido una gran influencia en el desarrollo económico y social de nuestra Isla. Miremos nuestra historia, aprendamos de quienes pasaron antes por aquí y saquemos partido de nuestro patrimonio con una adecuada puesta en valor.
María Elena Martínez Rodríguez de Lema
Magnífica exposición Elena, muy ilustrativa e interesante
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