El Viernes de Dolores
Este tan significativo día ha sido y sigue siendo entre los cofrades y también entre los no cofrades, un día muy especial. Un día de mucho arraigo piadoso, tradicional y de celebraciones. Si bien después del Vaticano II y durante el pontificado del Santo Papa Juan Pablo II, la festividad de los Dolores de Nuestra Señora, se ha trasladado al 15 de septiembre para evitar la repetición de dos días de idénticas celebraciones dentro del calendario del año litúrgico.
Sin embargo el Viernes de Dolores también conocido como el Viernes de Pasión o el Viernes del Concilio y para muchos cristianos día de abstinencia y ayuno. En realidad y en el fondo no ha perdido el valor devocional ni el signo de la onomástica del día, que se sigue celebrando como en tiempos pasados.
Día en el que la Patrona de Cartagena -la Virgen de la Caridad- por citar un ejemplo celebra su onomástica. Día también que en general tiene mucho predicamento en toda España, además de tenerlo en Europa y América, pero sobre todo en la América latina.
Pero hoy -el Viernes de Dolores- se ha institucionalizado de tal manera, que el movimiento cofrade actual, poco a poco lo ha convertido en otro aspecto quizás más cofrade que religioso, aunque no apartado totalmente de este último concepto, porque sus actuaciones se siguen desarrollando dentro del ámbito de las percepciones de carácter puramente cofrade y religioso.
Y por tanto también se ha convertido en el día clave dedicado por los cofrades en general para visitar otras ciudades próximas, como puede ser Cádiz o Jerez en nuestro caso, excepto para aquellos cofrades, que se encuentren implicados en las celebraciones de sus propios cultos o actos cuaresmales de este solemnísimo día.
Sin embargo a pesar de los desplazamientos a las ciudades citadas y a juzgar por lo antecedentes que saltan a la vista. Estos determinan clara y ampliamente, que la tendencia principal y preferente del destino de dichas visitas como punto final, resultan ser siempre: Sevilla.
Por eso Sevilla -el Viernes de Dolores- se transforma en un hervidero de personas muy diversas que llegan incluso de cualquier parte del mundo. Pero especialmente de jóvenes cofrades, llegados de sus pueblos próximos. Así como de las provincias y pueblos limítrofes que la rodea: Huelva, Córdoba y Cádiz. Y también de otros puntos más distantes, no sólo de Andalucía sino de otras Comunidades más lejanas.
Y no faltan razones para que este movimiento constituya ya un hábito de continuidad, que se viene produciendo años tras año, dado que es el día ideal de todos los cofrades en general -del cofrade isleño también- para visitar ‘Sevilla’ por dos razones fundamentales. Una, no abandonar su ciudad natal durante la Semana Santa, aunque los hay que se van. Y otra, los que se desplazan solamente por el deseo de conocer los detalles y las ideas, que Sevilla como escaparate de todas las Semanas Santas, muestra su particular ‘marca’ que presenta y expone en ese día.
Día todavía de ceremonias religiosas, de cultos cuaresmales y de solemnes funciones de Instituto de la que no se puede soslayar, la que se celebra en la Iglesia de la Anunciación de la Hermandad del Valle. O de los Besamanos y Besapiés. O de los altares de Insignias y de los Pasos en preparación prestos para sus salidas procesionales de las hermandades y cofradías distribuidas en sus respectivas Iglesias como sede canónica de las mismas.
Y como colofón final, poder contemplar algo que también sucede en Sevilla con carácter extraoficial, aunque en muchos lugares de Andalucía, Extremadura, las dos Castillas, Asturias, Murcia y Cataluña, también salen procesiones tradicionalmente desde este mismo día.
Acontecimiento éste que no ocurre en nuestra provincia, cuya circunstancia, facilita estas visitas que permiten al cofrade recrearse visionando alrededor de una decena de hermandades y cofradías, que en Sevilla aún no teniendo el plácet oficial para procesionar por la Carrera Oficial. Sí lo hacen -el Viernes de Dolores- por la periferia, por sus barrios, incluso algunas, se atreven a llegar hasta el mismo centro de la Ciudad.
Y éstas, entre otras razones de historia, tradición y oficio es lo que define la diferencia si se contempla bajo el punto de vista de una experiencia recreativa, que además favorece, suministra y predispone al cofrade, a que adquiera una enriquecedora cultura sacra, litúrgica, religiosa y cofrade para documentarse y transportar a su hermandad y a su ciudad, aquello que no entorpezca, minimice ni sustituya a lo autóctono, a lo que es tan nuestro -que jamás debe perderse- y en tal caso sí sucede, que ayuden a engrandecer más si cabe a nuestra ya célebre y devota Semana Santa de la Isla.
Porque lo contrario sería, perder nuestra seña de identidad, que ya tienen como propias y por cierto muy bien adquiridas nuestras queridas hermandades y cofradías. Y porque aunque no lo crean, aquí a la Isla -Y no es Sevilla- también llegan cofrades de otros lugares a copiar y a llevarse ideas nuestras. Ideas que nos han transportados a que nuestra Semana Santa, se conozca más y mejor afuera de nuestra localidad. Es decir, en todos los rincones y en todos los ambientes cofrades no sólo de Andalucía. Sino más allá del resto de nuestra extensa geografía.