En años anteriores, por estas fechas, siempre he intentado aparcar por unos momentos la crítica y lanzar un mensaje de esperanza, positividad e ilusión. En esta ocasión, por mucho que lo intento, soy incapaz de hacerlo. Los hechos acaecidos en asuntos nacionales, regionales y municipales durante los últimos 365 días, han hecho que haya perdido por completo la confianza en esto que llamamos ‘clase política’.

Los que llevan algún tiempo leyéndome, saben que durante esta época he estado especialmente ilusionado con un partido político en concreto,  al que he apoyado y con el que he colaborado durante algunos años. Un partido que, con el tiempo,  me ha defraudado por completo al mostrarme que reúne todos y cada uno de los defectos que vemos y criticamos de los dos grandes. Un partido que, aunque recientemente se ha incorporado a otro de ámbito nacional, sigue manteniendo su modelo y organigrama local, con el único fin de que un grupo de familiares y amiguetes vivan del dinero de todos durante el máximo tiempo posible.

El desgaste de los partidos tradicionales y su desprecio hacia los valores democráticos, sumado a una más que cuestionable honorabilidad, habían conformado un caldo de cultivo idóneo para la aparición de partidos nuevos, con ideas tan revolucionarias como ser honestos, con la mente abierta y con una forma de hacer política mucho más cercana al pueblo. Formaciones que hicieran de la democracia interna su bandera y que fomentaran la participación ciudadana. Partidos que apostaran decididamente por la desprofesionalización de la política.

Estas ideas se han quedado, simplemente, en eso. En ideas. Consignas vacías para atraer al público. Publicidad engañosa lo mires por donde lo mires. Los partidos, al final, se convierten en un fin en sí mismo, en la base de todo, y nosotros, los simpatizantes o afiliados, los votantes en definitiva, no somos más que el medio que necesitan para conseguir perpetuarse.

A cinco meses vista de unas elecciones municipales y autonómicas el panorama se muestra sombrío. Posiblemente tendremos el abanico más amplio de partidos jamás visto. Las alternativas serán numerosas, pero la diversidad será la misma. Distintos perros con el mismo collar que intentarán aprovecharse de nuestro hartazgo para lograr vivir como reyes, ellos, sus familias y allegados, durante otros cuatro años más. Afortunadamente, a base de muchos palos, hemos ido aprendiendo y no me cabe duda de que hemos alcanzado la madurez suficiente como para saber separar la paja del trigo, al sinvergüenza del íntegro y al político de raza del politicucho por intereses.