Diego Moreno llenó el Centro de Congresos con su exposición sobre los fotógrafos decimonónicos isleños
Historiadores, académicos y ciudadanos en general se dieron cita ayer para conocer las investigaciones sobre los antecedentes de la familia Quijano.
Los aplausos resonaron en el salón principal del Centro de Congresos, cuando Diego Moreno, Historiador, especialista en gestión del Patrimonio y técnico del Museo Municipal de San Fernando, se disponía a hablar acerca del trabajo en el que lleva años involucrado: la ‘Memoria visual del siglo XIX en San Fernando’, a través de la Fotografía.
Así, tras una sentida presentación por parte de Manuel Baturone, miembro de la Real Academia de San Romualdo, entidad organizadora del evento y, en general, del homenaje a la Fotografía con motivo de su 175 aniversario, iniciado ayer con la exposición que se prolongará hasta el viernes en el Centro de Congresos, comenzaba Moreno a impartir una charla didáctica, ilustrativa y amena no por ello exenta del rigor y la profesionalidad de un investigador que dio lo mejor de sí durante la conferencia.
El contexto temporal seleccionado por el ponente abarcaba entre los años 30 del siglo XIX y 1900, con un interesante preámbulo sobre los orígenes de la Fotografía en el mundo, su llegada a las principales ciudades españolas y, por supuesto, a Cádiz, para acabar, en última instancia centrándose en San Fernando. Aunque son muchos los fotógrafos –fijos y transeúntes- que por entonces concentraban sus estudios, mayoritariamente, en el centro de la ciudad, Moreno optó por detenerse en los cinco que consideraba más representativos, bien por su trascendencia profesional, bien por razones sentimentales nacidas durante esta exhaustiva investigación.
El primero al que hizo referencia fue Ramón Andrey, que comenzó su andadura profesional en San Fernando en 1863 tras varios años ejerciendo en la capital. Llegó a contar con hasta tres estudios fotográficos, el primero de ellos, en la actual calle Benito Pérez Galdós. José Requero fue el siguiente. Se estableció en La Isla en 1864, dos años después de la visita de la reina Isabel II, efemérides que le llevó a realizar un álbum fotográfico con los enclaves más característicos de la ciudad conservado hoy en Madrid. Mencionó también a Gómez Lafor. La anécdota de que el reconocimiento obtenido de manos de la Sociedad Económica de Amigos del País -algo de lo que presumía en el ámbito profesional- no tenía nada que ver con la fotografía sino que fue otorgado por la disecación de un gato, provocó carcajadas entre los asistentes.
Importante fue el papel de Ramón Soriano y Acevedo, uno de cuyos hijos, Juan Soriano continuó en el gremio. Soriano padre fue, precisamente, el representante de la sociedad gremial fundada en la época y, además de permanecer 20 años ejerciendo el oficio en la ciudad, cuenta con el honor de haber sido el maestro de Manuel Quijano. El mismo Quijano que, posteriormente, prolongaría su amor por la Fotografía durante cinco generaciones. El último de los fotógrafos reseñados fue el jerezano Eduardo López, que repartió el oficio entre su localidad natal, La Isla y la capital. Llegó a contar con hasta cuatro estudios siendo colaborador además de importantes publicaciones de la época, como Prensa Nacional, y especializándose en temas marítimos y navales.
Pequeñas pinceladas de un trabajo de investigación que continúa, y que supo ser apreciado, y agradecido, por los miembros de la Real Academia de San Romualdo, organizadores del evento, y aplaudido por el cuerpo municipal de gobierno, allí presente, así como por todos los ciudadanos que una vez más dejaron patente que el interés por la Cultura en la Isla está más vivo que nunca.