La llave del alma
Perdida en la tormenta de mis miedos me refugio en las hojas que romperé después de haber desahogado mis más ruines verdades. Escucho en el silencio las voces que gritan, buscando la cárcel que aleje de nosotras los fantasmas que hacen que cada uno de nuestros días sea una muerte lenta y dolorosa, oscura y aceptada...
Nada puede calmar la sed de nuestros corazones, pues lo único de lo que saben beber es del mal que ellos mismo crearon a su alrededor. Agradezco el gesto de quien lucha y levanta sus manos para que ellos guarden las suyas, para que aprendan que hay millones de cosas mejores que pueden hacer con ellas, con la fuerza que saben darle, con la ira que nace de su propio pánico a ser personas de bien.
Son cobardes por dañar a quienes jamás podremos defendernos; somos las que limpiamos la suciedad de sus vidas, damos brillo a sus días y secamos al viento las lágrimas que nos hacen derramar con sus míseros actos. Son cobardes por cambiar los besos por golpes, las caricias por insultos y el amor por el más absurdo odio...cómo es posible odiar a quien sólo vive para hacerte feliz...
Sin embargo, no somos más valientes nosotras, no lo soy ni yo misma. Me salva vuestro apoyo cuando me llegan las emociones que albergáis, cuando la ciudad, el país, el mundo, sale a la calle a reclamar todo lo que es mío...todo lo que un día decidí perder; reconozco la torpeza de mi latir en cada uno de los fatídicos momentos en los que sobrevivo y, por ello, no busco como respuesta que esa lucha encierre las almas portadoras de sufrimiento, que se hagan leyes o que nos saquéis en cada noticiario de la semana...; lo que busco, lo que en ocasiones encuentro, es una luz de esperanza.
Vuestra esperanza me cuenta que algún día tendré el valor de darle la contraria a mi amor, de cambiar lo que me une a él por todo lo que debería alejarme; quiero ser fuerte para levantarme mientras no está y abrir la puerta de mi vida, cerrar los ventanales que no me dejan contemplar la belleza de un mundo que no es lo mismo sin mí; quiero mirarlo y no recordar los días en los que me hacía sonreír, las noches en las que mi insomnio era el fruto de su pasión, los años en los que sus abrazos eran los protectores de mi felicidad; quiero levantar la cabeza y asumir que mi presente no es el pasado del que me enamoré, que mi vida se muere por no querer quitarle la suya; quiero entender que no merezco lo que recibo porque es justo lo contrario a lo que doy, que no tengo excusas, que me sobran motivos y que, refugiarme en mentiras, no hará que llegue el día de mi liberación.
Antes de quemar mis letras con el miedo de que pueda verlas, suplico al mundo que eleve su alma al cielo para que los hilos del Universo la unan con la mía; imploro que la vida me mande un ángel que limpie mis ojos y abra mis manos para ver lo que guardan. Entre mis dedos tengo la clave de mi libertad, la luz de mi esperanza, la llave con la que sé que algún día conseguiré abrir la cárcel de mi alma.