Monsieur Debreuille…
Quien a la Isla viene, en la Isla se queda. Y es que desde siempre forasteros, extranjeros, visitantes de otras heredades han venido a nuestra tierra y, de una o de otra forma, han permanecido en ella para siempre.
Este es el caso del Soldado DEBREUILLE, un militar francés, uno más entre los Cien mil hijos de San Luis, un ejército reclutado por Luis XVIII, rey a la sazón de Francia y que pretendía acabar con el constitucionalismo ante el que el Rey, Don Fernando VII, se había visto obligado a ceder. Pues bien, una calurosa tarde de agosto, Monsieur Debreuille estaba de guardia, cerca del desembarcadero de Punta Canteras, en la entrada al que durante la Guerra de la Independencia (curiosamente contra su paisano Bonaparte) fue una de las baterías que defendían la entrada a Cádiz: el Reducto Inglés número 22. La guardia era como todas aburrida y pesada, recordando otras tierras y añorando otras gentes; si alguna vez has montado guardia en una garita sabes de lo que hablo; pues bien, era una tarde de un caluroso 7 de agosto de 1824 y el aburrimiento le llevó, como a tantos otros quintos, a grabar en la dura piedra ostionera su nombre… ¿Quién habría de decirle al milite Debreuille que su aburrimiento iba a hacer que fuera recordado casi dos siglos después?
Esta pequeña anécdota, me hace recordar que esta nuestra Isla, que un día fue TODA ESPAÑA, está repleta de rincones en los que la historia debería hacerse presente, rincones de historia tanto constitucional, como absolutista, historias de franceses y españoles, de guiris y paisanos, de isleños y forasteros que siempre han luchado por esta tierra, por hacerla suya, por dejar en ella su marca y su recuerdo.
¿Seremos nosotros dignos de esa historia? o ¿nos limitaremos a mostrar nuestro aburrimiento, como el señor Debreuille, dejando nuestras ideas olvidadas durante otros dos siglos? ¿Seremos capaces de hacer despertar a nuestra Isla de la modorra estival en la que se encuentra?
Nosotros desde La Otra Cara de la Isla estamos convencidos de que lo haremos, de hecho estamos inmersos en ese despertar, queremos ser el despertador que nos saque del sueño, (más bien pesadilla) en el que visitantes descuidados, isleños conformistas, gobernantes incompetentes, nos han sumergido. Queremos decir fuerte y claro que ya está bien, que la Isla merece mucho más, que tenemos la materia prima, que entre todos podemos levantarla. Queremos unirnos para gritar donde haya que gritarlo y ante quien corresponda que ya estamos hartos, que si ellos, vosotros y nosotros no le ponemos remedio, esta Isla se nos muere de aburrimiento, y tendremos que hacer como el soldado Debreuille, dedicarnos a pintar las paredes…
Al menos Monsieur Debreuille nos dejó para siempre su firma grabada en la piedra.
la historia de la isla ,bonita