Caminos equivocados
A veces he tenido que coger la senda por la que dije que nunca cogería, a veces he tenido que subir- y bajar- escalones, de dos en dos, de tres en tres, por los que prometí no subir nunca, y a veces he querido a personas que no me han querido y se me olvidó querer a otras muchas que me amaban.
Me he atado a gente con las que nada me unía, me he desatado de amigos que se escribían con mayúsculas, me he encontrado a gente donde menos me imaginaba y he tenido que marcharme de sitios en los que estaba a gusto.
He vencido a enemigos que me apuntaban a las sienes y me han derribado las puñaladas traperas de amigos que realmente lo eran. Me han roto lo labios besos de Judas, y he taladrado el alma de algunos que me dieron abrazos que necesitaba. He traicionado a casi tantos como me han traicionado a mí.
He perdido mucho tiempo en despedidas a las que ahora no dedicaría ni un solo segundo y he dejado ir a gente a la que quería por no tener tiempo suficiente. He jugado a los dados con el destino y me ha dado de lado la suerte. He dicho la última palabra cuando era mejor guardar silencio y he tragado saliva cuando tenía que gritar y he tropezado un puñado de veces con la misma piedra por ir demasiado rápido y me he sentado a la vera del camino cuando el tiempo apremiaba.
He firmado la paz en guerras que tenía ganadas y me he enfrascado en batallas en las que era justa mi derrota. He pedido la extremaunción cuando más vida tenía y me he aferrado a la vida cuando estaba cerca de la muerte.
Acompañé a la soledad cuando la ausencia se hizo perenne y me abalancé a los brazos de la muchedumbre cuando la gente se hizo prescindible. Cubrí mis manos con arena de la playa cuando necesitaba llorar y lloré cuando la vida me dio motivos para la risa.
Dejé volar a mis sueños y aterricé en el aeropuerto de la desidia. Sonreí con la luna en cuarto creciente y lloré con ella cuando menguaba. Me cegó el brillo de unos ojos y me deslumbró la oscuridad de un abrazo que me desabrigó el alma. Dormí los días y me mantuve en vilo infinitas noches. Derramé tinta en versos que acabaron en la basura y publiqué poemas que deberían pasar desapercibidos. Blasfemé contra el diablo y recé a dioses en los que no creía. Me perdoné a mí mismo poniéndome contra la pared y la espada y me castigué cerrando los ojos allí donde habitaba la hermosura.
Me he llenado entonces de contradicciones que me han llevado, a veces, a coger el camino equivocado, pero aquí estoy, aquí sigo, dispuesto a seguir tomando decisiones y tendiendo puentes de plata.