Escribiendo mientras la lluvia
La lluvia cae, una lluvia de final de verano, pregón de septiembre, últimas boqueadas de un tiempo que se despide, gotas de tranquilidad que intentan allanar mi morada, mi morada y mi alma, mi alma y mi carne, mi carne y mi cabeza… y aunque no me moja sí me traspasa para que la meta en este trozo de papel que tengo entre las manos.
Y sin embargo no quiero que se seque esta lluvia que huele también a melancolía, esta llovizna que no tiene prisa ni pausa, fragancia de tierra mojada que percibo mejor si cierro los ojos, como si con los ojos cerrados fuera más fácil percibir un olor. Lo es.
El agua resbala por las paredes, por la ventanas, por los cierros, hace un nido en los tejados, deja huella en las aceras, charcos que son juguetes para los niños, charcos que son piedras en el camino.
La lluvia parece que fuera el sudor de la tristeza, vacía las calles, encoge los hombros, abre paraguas, desacelera la vida, esconde al mundo que quiere evitarla.
Sigue lloviendo y yo pienso que esta misma lluvia se está asomando también a tu ventana, a tus ojos o a tu piel, como yo intento asomarme a ti a cada instante. Entonces, me viene el olor del viento y de las flores mientras las gotas de agua desenvainan todas las cosas que yo quiero decirte, esas mismas cosas que también empapan, esas mismas cosas que también querrían escaparse de este nubarrón que tengo ahora mismo deshaciéndose a pedazos y que intento convertir en palabras.
Y de pronto parece que escampa, pero es sólo una tregua que da el agua, tiempo suficiente para preparar un café, afinar el momento, divisar el cuerpo grisáceo de una nube que se va acercando y que anuncia tormenta. Ya luego veremos la calma. Tiempo de sobra para buscar las letras adecuadas, para ver el charco que se ha formado junto a la acera y que tiene la misma forma que la inicial de tu nombre. Demasiado tiempo, quizás.
La lluvia de nuevo, como era de prever, vuelve la lluvia como una letanía marcándome el compás de las palabras, cerrando la tarde, poniendo música a las soledades, con su belleza formada gota a gota, abriendo surcos en medio de la calle.
La lluvia de nuevo, la misma lluvia de tantas veces, la misma lluvia que juega con mis recuerdos.
La lluvia de nuevo, la misma lluvia que cae. Una lluvia de final de verano, pregón de septiembre, últimas boqueadas de un tiempo que se despide, gotas de tranquilidad que intentan allanar mi morada, mi morada y mi alma, mi alma y mi carne, mi carne y mi cabeza.