El Desvergonzado
Gracias a Dios, nuestras Hermandades han mejorado. Mucho. Pero aun queda trabajo por hacer, no podemos relajarnos. Debe reinar el sentido común y acabar de una vez por todas con el dejarnos llevar por las costumbres foráneas (las malas, porque las buenas ya se instauran solas, y no pasa nada cuando son portadoras del buen gusto). Debemos recordar que no todo lo que viene de otras Semanas Santas es bueno; más bien es, si me permiten, desubicado, caprichoso y, dicho sea de paso, insoportablemente caro.
Pues eso mismo ocurre con una desafortunada y extendida entidad denominada “diputado de banda” (aquí, hasta el término es ya desagradable en sí mismo y existen variantes tales como “fiscal de banda” o “delegado de banda”). Esa figura nacida de la gubia de algún estrecho de parietales, ha provocado que esta enésima sinrazón de nuestra Semana Mayor nos deje un tipo de individuo que, muy probablemente, sea un raquítico músico frustrado, que, como probablemente no pudo desarrollar ciertas cualidades musicales innatas y tampoco supo trabajarlas a conciencia, determinó que lo mejor era iluminarnos a todos con su sapiencia, carente de toda vergüenza, por cierto.
Debo definir la figura de este peculiar personajillo antes de que alguno me crucifique en la cruz de su ignominiosa desvergüenza cofrade; nada tiene que ver con el hermano de Junta de Gobierno o colaborador de ésta en su defecto que, honradamente y desde la más profunda humildad, coloca un puñado de marchas para el lucimiento de sus Titulares en bendita sea la calle de nuestra Isla. No me refiero a ellos; nada más lejos de la realidad. Que conste también que no veo mal que haya una persona que esté cercano al Director y que oriente en las facetas que crea oportunas a aquel, así como que dialogue también cuando sea necesario llegando a una más que aconsejable colaboración entre ambos. Eso ocurre, por experiencia propia, en alguna hermandad de Jerez. Y el resultado es inigualable, créanme.
El especimen al que hago alusión, por el contrario, es aquel desvergonzado que, por el hecho de estudiar o trabajar en Sevilla o incluso tan sólo conocer la ciudad y su Semana Santa, ya está (supuestamente) capacitado para saber más que el más experimentado de los directores de Banda, aunque lleve veinticinco años en el oficio (la edad por cierto por la que suele rondar nuestro bisoño e imberbe diputado, si es que llega a dicho dígito).
Pero, si me apuran, no me molesta la desvergüenza a la que hago referencia; no me preocupa que algunas Hermandades (no todas, a Dios gracias) nos hayan castigado con esta figura durante una década, ni tan siquiera que presuma de unos conocimientos que, por descontado carece. No. Lo peor de la historia es que apoyado por algunos hermanos de Junta que ya peinan canas y que reiteran esa cantinela del “yo de música no entiendo”, ceden el poder -sí, el poder- a este homicida musical que es nuestro amigo el diputado. Y eso, señores, es lo realmente grave. Y eso, por no comentar algo que provoca mi más profunda hilaridad… dan auténticas lecciones de Historia de la Música, de autores, y algún temerario incluso hasta de composición o armonía… qué desfachatez… imagínense que yo me cuelo en casa del propio Guzmán Bejarano a explicarle al gran genio de la madera cómo tallar o perfilar unas andas porque he estudiado en Sevilla y he leído muchas enciclopedias cofrades u oído debates de Semana Santa a tutiplén… por poner un ejemplo muy gráfico… Ay, Dios, qué sinsentido.
Y es que hoy en día, todo el mundo entiende de música cofrade. Qué suerte tenemos en la Isla. Estamos salvados. Yo, de hecho, me he planteado en más de una ocasión el dar buena cuenta de ese papelito que dice (inútilmente por lo visto) “Profesor de Música” y aprovecharlo para alimentar una candela en invierno o para hacer una bolita directamente y jugar a meterla en una papelera, porque, total, aquellos que no son capaces de terminar ni el grado medio en Música por mucho que se presenten a las pruebas o aquellos otros que destrozan sin compasión el solo de una marcha (“A ti, Manué”, me viene a la mente, no se por qué…) están tan sobradamente preparados, que se encargan de recordar, susurrándole al oído con lengua bífida y viperina a algún que otro Hermano Mayor, las marchitas que hay que poner durante todo el recorrido (el título generalmente acaba en “…de Triana”; pero esa es harina de otro costal que ya trataré en otro momento). Y al músico de verdad, que le den. Y al director de la Banda, de paso también, que para eso se les paga… ¡Ay!… Dios nos coja confesados.
Ah, por cierto, y quien se pica, ajos come. Supongo que, como de costumbre, tendré réplica en algún que otro foro de internet el cual nunca visito pues me provoca descomposición intestinal (puesto que lo que se come se cría -qué verdad más grande-)… porque lo que es a la cara… llevo años esperando que me conteste alguien, y lo que me queda… porque en la Isla sobran “maestros” pero faltan bemoles. Yo, como siempre, firmo con mi nombre y apellidos, no me escondo detrás de un Nick ni soy “penitente de la tercera sección del misterio”… ¡Ah! Y quien se crea músico, que lo demuestre, que la verdad sólo tiene un camino.
Sr. Raúl, no se trata de bemoles el contestarle a su escrito, más bien, son ganas de contestarle a un prepotente, usted y la agrupación musical que dirija, al ser contratado por una Hdad. esta debe de cumplir las directrices que esta les imponga, en cuanto al tema musical me refiero. Si la Hdad. decide tener la figura del personaje que usted desprecia, es más bien motivada por la incompetencia de la dirección de la banda, que llevando años tocando tras las cofradías son incapaces de interpretar las marchas acordes a la Hdad., la calle o el momento concreto que suceda, antes con los MUSICOS como el maestro Agripino o Guillamó, no era necesario este personaje, ya que ellos sabían donde y cuando interpretar cada marcha. Para indicarle a usted la marcha que debe tocar en un punto concreto del itinerario, no hace falta ser músico, más bien tener sentimientos y querer que nuestras cofradías trasmitan el sentimiento evangélico para el que sale a la calle.
En otro sentido le agradezco su trabajo en pro de la música procesional