8 de marzo, siempre
He conocido a mujeres verdaderas como el hambre, a mujeres valientes que te muerden en la cara, y a mujeres cobardes que te besan por la espalda, a mujeres que han muerto por un amor equivocado y a mujeres que se han hecho dueñas de mi memoria. Y a mujeres que abrazan susurrándole al olvido.
He visto también a mujeres que han dejado cicatrices en el alma y han sido entonces heridas que parecía que no iban a cerrarse nunca, a mujeres que fueron el diluvio universal y a mujeres que en cambio, calmaron la tormenta. Y a mujeres que se visten con el aire y a mujeres desnudadas por la brisa.
He visto a mujeres con los labios ardiendo, a mujeres con las palabras prohibidas, a mujeres con las entrañas manchadas y a mujeres con el pecho roto -arrancado de cuajo-, y a mujeres con la boca vacía y el corazón callado, y viceversa-. Y a mujeres con preguntas sin respuestas y a mujeres con respuestas para todo. Y a mujeres que renegaban de ser mujer, y a mujeres orgullosas de serlo.
He visto a mujeres con la sonrisa lapidada, a mujeres con hambre de oro y sed de champán, a mujeres hartas de estar hartas, a mujeres cargadas de razones, a mujeres también equivocadas. Y a mujeres que aman, que odian, que lloran, que ríen, que sientan cátedra, curtidas, guerreras, dormidas, despiertas, enterradas y llenas de vida.
Pero de tantas mujeres yo me quedo con esas que son mujeres con todo el esplendor de la palabra: mujeres que encienden las luces cuando las luces se apagan, que levantan la mano contra las insinuaciones, que son, han sido y serán abrazos imborrables por el tiempo, mujeres que redundan en la libertad, que marcan el camino.
Y por supuesto me quedo con esas que han sido palabra y melodía y sueño. Que han sido evidencia y volcán y latido. Mujeres capaces de enamorar al mismo Espíritu Santo. Y con aquellas que han sabido romper con las rejas de la indiferencia, que han luchado contra todo para que se las vea, para que se las tenga presente, para que se les valore. Me quedo con esas que atesoran virtudes y defectos, con la que grita hasta perder la voz, que a veces sí que hay que gritar para que el mensaje se escuche. Y me quedo con esas que siguen al pie del cañón, mujeres sin adjetivos, mujeres simplemente, con todo eso que ser mujer significa.
He visto mujeres que no se merecen solo un día, que se merecen cada día, cada segundo, cada instante de este almanaque ceniciento. Mujeres eternas. Mujeres siempre.