'Toque de queda'
La de los gatos pardos y la de los misterios. La de la luna pintando lunares al mar. La de los llantos cuando me dijeron que no, la que los nervios cuando me dijeron sí. La de miles de estrellas encapotando de luces un cielo que miraba las caricias sonámbulas, piel contra piel. La de la espera atravesando la ciudad de punta a punta. La que recorre con su negrura las saetas del reloj. La que se mete en tus ojos y te los cierra.
La misma que convierte los sueños en personas y las personas en sueños. La que hace del insomnio una línea imaginaria entre la tarde y la mañana siguiente. La que guarda el secreto que en secreto callo, cómplice de los besos que entonces resucito, cómplice del deseo que me puso en tus brazos. La que personifico y meto en tus ojos como si no fueran tus ojos igual de negros que los de la noche.
La que mueve las alas y recoge el día dejando lo que queda para otro momento. La que te descalza y te quita la ropa y mete tu piel vestida de seda entre franela y entre almohadas. La que hizo, allí donde acababa el mundo, un libro de poemas con los que pensarte y corrigió mis faltas de ortografía. La que hace con los fragmentos suyos de cada día un rompecabezas que me zarandea la memoria. La que enseñó el cuerpo de una mujer. La que me hizo perder, la que me hizo ganar. La que me descubrió formas de ver la luna. La que me encandiló para que no te viera.
La de castillos metidos en el agua tarareando antiguas historias, cuentos que hablan de antepasados, y de futuros que no dicen nada. La que tan distraída perdía los soles que se metían para esconderse hasta el día siguiente. La de los silencios que lo dicen todo y la del millón de palabras que tengo guardadas en un escondrijo que llevo en mi pecho.
La de los abrazos que tapaba el frío que en el invierno nos acariciaba, abrazos fuertes que hizo que la luna irreverente ocultara su cara más oculta.
Con ella maldecí amores sucedáneos, con ella conseguí olvidarme de todo, con ella conseguí llorar a secas por terceras personas y la evidencia de algunas mentiras, y con ella reí también porque había risas que siendo tu risa se hacían también mías tan sólo porque me la contagiabas.
Con ella me quedé velando por mi vida, y escribí poemas de miel y veneno, y amé a contracorriente y sentí miedo y fui valiente al ver como el oscuro de sus brazos era lo único que me embozaba.
Por eso yo que nunca he añorado nada ahora echo tanto de menos la noche, la noche, amiga y enemiga, lo bueno y lo malo, motivo de conciencia, pesadilla y sueño...y tantas cosas. Tesoro del tiempo que aunque no tiene precio vale un imperio y que me ha robado un toque de queda arruinando entonces todos mis momentos.