Mar del otoño
Ahora que hace mutis este verano tan distinto y llega septiembre a guardar el calor para el año que viene, ahora que las noches crecen y el sueño es más fácil de conseguir, ahora que empieza todo de nuevo, ahora es cuando yo vengo a estar contigo, mar. A solas. A recrearme en ti.
A mirar como haces pedazos los rebordes de la tierra y la obligas a ser orilla. A nadar contigo, cada brazada es un abrazo. A hincar mis manos en tu arena, cada cavada es una caricia. A embelesarme y que me sigas pareciendo, como siempre, un trozo de cielo que ha bajado y ha venido a verme. A sentirte en cada bocanada de salitre que respira mi piel. A simplemente hacerme contigo compañía.
Y cuando vengo a esta playa de otoño, en este septiembre que siempre ha sido el principio de todo. Génesis de la rutina, este año principio también de otra incertidumbre. Cuando vengo a esta playa y veo entonces que las olas bailan la melodía que sopla el viento, que te tragas la luz de cada día, que me evades de la realidad que la vida me sugiere. Aquí me tienes mar de otoño, como te he tenido siempre. Tu eres beso, deseo, pensamiento, recuerdo entonces, olvido luego. Vaivén que va y viene. Cierro los ojos. Respiro. La espuma tiene dibujados exámetros de plata y deja sus huellas en las olas, y las olas dejan sus huellas en mis huellas. La brisa me ciñe la camisa. El agua me entierra los pies. Oigo tu rumor esconderse dentro de una caracola. Oirte susurrar, mar, es una nana para el alma, para esta soledad voluntaria que arranca de cuajo los malos momentos. Las nubes tapan el fin del mundo.
Cierro los ojos. Respiro. Me agarro a tu arena desierta. Me aferro a ti. Otra vez has consumido mi tristeza, como siempre, como tantas veces, como tantos años.
Supe una vez que el agua salada cura todos los males, bálsamo de Fierabrás, poción mágica que alivia también los dolores de dentro, los que a veces no se ven. El maestro Platón lo dijo en una de sus obras: “El mar todo lo cura”, Homero hizo que Ulises se bañase en agua de mar para fortalecerse. Dos botones de muestra.
Hay tres maneras de conseguir agua salada: a través del sudor, a través de las lágrimas y a través del mar. ¿Quien no ha sudado una gripe?, ¿quien no se ha desahogado con un llanto?, ¿quién no ha sentido alivio de pena paseando por la playa? La playa es mar. El mar es todo. Y tenemos la suerte de que nos rodea. Un centro de talasoterapia infinito. A disfrutarlo. Ahora que septiembre hace de él un paraíso cercano.