El obispo Zornoza reconoce la vocación del isleño Andrés Márquez en la Catedral de Cádiz
Mons. Rafael Zornoza reconoció en total a cuatro fieles
La Catedral de Cádiz ha acogido este mediodía la celebración del Día de la Iglesia Diocesana. En este día en el que se pone de manifiesto cómo se gestiona y financia la Iglesia y a qué se destina el dinero que se recauda, tanto de manera directa: donativos, aportaciones... como de manera indirecta, a través de la X de la Declaración de la Renta, el obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza, ha hecho entrega de cuatro nuevas medallas Pro Ecclesia Gadicense et Septense.
Esta distinción, que se presentó en el marco del Año Jubilar por el 750 Aniversario del Traslado de la Sede de Medina Sidonia a Cádiz y el 600 de la creación de la diócesis de Ceuta, reconocen la dedicación de personas de nuestra diócesis en favor de la Iglesia en ámbitos como la cooperación en la misión evangelizadora, la atención a la comunidad parroquial, la caridad o el desarrollo de iniciativas pastorales.
Esta edición del Día de la Iglesia Diocesana, que lleva por lema ¿Y si lo que buscas está en tu interior?, gira en torno a las vocaciones, en sintonía con el Congreso Nacional de Vocaciones que se va a celebrar en Madrid del 7 al 9 de febrero. Este encuentro quiere ser una 'gran fiesta' de la Iglesia para avivar el deseo y la necesidad de las vocaciones. Así, el Día de la Iglesia Diocesana invita a buscar 'en tu interior' para descubrir 'el plan que Dios tiene para ti'. Porque 'todos queremos encontrar la felicidad en nuestra vida, pero a veces buscamos en el lugar equivocado'. Responder a la 'llamada' resulta «transformador e invita a vivir con autenticidad, compromiso y plenitud.
De esta manera, han recibido este galardón, de manos del obispo diocesano: Salvador Tejonero Mateo, María del Rosario Alcedo Ternero, Andrés Márquez Fernández y Miguel Ángel García Mercado.
Durante la ceremonia, Mons. Zornoza aseguró que esta distinción "agradece mínimamente unos servicios que son de toda la vida y que en este Día de la Iglesia Diocesana tienen una significación más relevante y más testimoniales. El Señor nos anima a vivir en ese desprendimiento de uno mismo para poder llenarnos de Dios y para poder darnos a los demás. Esa entrega supone asociarse a Jesús, cuando nos unimos al Señor, cuando dejamos que el Señor entre en nuestro corazón".
Por otro lado, en este Día de la Iglesia Diocesana, haciendo referencia al lema de esta jornada el prelado recordó que "no podría haber vida diocesana, ni vida cristiana, ni comunidad, ni Iglesia Universal... si no fuera porque hemos escuchado la llamada del Señor a seguirle. Su llamada cada día nos invita a ser santos, nos invita a buscar cuál es la voluntad de Dios y qué espera el Señor de mí dentro de la Iglesia".
Perfil de los galardonados:
Andrés Márquez Fernández
Andrés Márquez Fernández nació en 1936 en San Fernando, donde reside en la actualidad. Está casado y es padre de cuatro hijos, de los que viven tres.
Ha sido Técnico de Organización de la Empresa Nacional Bazán, de San Fernando. En la actualidad está jubilado. También cursó los estudios de Ciencias Religiosas. Y está instituido en los ministerios de Lector y Acólito.
Durante muchos años estuvo vinculado a la parroquia del Santo Cristo de San Fernando, donde ejerció los ministerios de director de la Caritas Parroquial (1975-1985) y catequista de adultos (1984-1991). En 1978 se incorporó a la Primera Comunidad Neocatecumenal de la parroquia del Santo Cristo, hasta 1991 en que dicha comunidad quedó integrada en la Primera Comunidad de San Pedro y San Pablo.
Ya en la Iglesia Mayor de San Fernando, ha colaborado de forma activa y fidelísima como administrador de la Parroquia (1994-2022), catequista de adultos (1991-1995), y catequista de preparación al sacramento del Bautismo (1996-2016). Andrés ha sido un padre de familia ejemplar y un generoso servidor de la comunidad cristiana.
Salvador Tejonero Mateo
Salvador Tejonero Mateo nació el 22 de julio de 1937 en la localidad gaditana de Vejer de la Frontera. Desde joven, su vida estuvo marcada por el compromiso, la vocación y el servicio a los demás. En 1953, a los dieciséis años, se trasladó a Puerto Real, municipio en el que ha vivido desde entonces y donde ha desarrollado una destacada trayectoria.
En 1958 concluyó la carrera de Magisterio, comenzando una carrera docente que se prolongaría durante cuarenta y tres años, dedicada íntegramente a la educación de varias generaciones de puertorrealeños. Su primer destino fue la antigua Escuela de La Jarcia, donde impartió clases durante un curso. Posteriormente, enseñó durante trece años en la antigua Barriada de Matagorda, antes de establecerse en el Patronato de La Salle, donde permaneció veintinueve años hasta su jubilación. Su labor educativa se caracterizó por la dedicación y el respeto, ganándose el cariño y la admiración de los alumnos.
En 1960, contrajo matrimonio con María Álvarez Hidalgo, cuya influencia fue determinante en su vida, especialmente en el ámbito musical, una de sus grandes pasiones. De esta unión nacieron tres hijos: María del Carmen, María del Pilar y Salvador.
La música ha sido uno de los ejes fundamentales en su vida. Desde su llegada a Puerto Real, Salvador ha colaborado activamente con diversos coros parroquiales. Desde 1956, su presencia en la Iglesia Mayor Prioral de San Sebastián ha sido constante, contribuyendo con su voz y talento musical en la mayoría de los actos litúrgicos. Para Salvador la música no solo es un arte, sino una forma de expresar su profunda fe religiosa.
En la década de los setenta, mientras seguía desempeñándose como maestro, Salvador decidió continuar su formación académica y comenzó la carrera de Filosofía y Letras, en la especialidad de Filología Hispánica. Tras años de esfuerzo y dedicación, culminó sus estudios en 1982, formando parte de la primera promoción en la historia de la institución que ofrecía dicha carrera.
A lo largo de su vida, Salvador ha sido un hombre profundamente religioso, con una devoción inquebrantable hacia la Eucaristía y la Virgen María. Ha sentido un especial fervor por las advocaciones de Nuestra Señora de la Oliva, patrona de su Vejer, y Nuestra Señora de Lourdes, patrona de Puerto Real. Estos pilares espirituales han guiado su vida, y su fe se ha reflejado en cada una de sus acciones.
Su compromiso con el mundo cofrade de Puerto Real ha sido notable. Entre el año 1998 y 2000 ejerció el cargo de Presidente de la Junta Gestora de la Venerable Hermandad Sacramental y Real Cofradía de Penitencia de Nuestra Señora de la Soledad, Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y San Francisco de Paula. Durante su mandato trabajó incansablemente para fortalecer los lazos entre la comunidad cofrade y la Iglesia, mostrando siempre una actitud servicial y generosa hacia las Hermandades y Cofradías.
Además de ser reconocido por su labor docente y su compromiso religioso, Salvador es admirado por su carácter humilde, cercano y empático. Siempre coherente con sus principios y convicciones ha sido un referente para todos aquellos que lo conocen, tanto en el ámbito personal como profesional.
El 5 de diciembre de 2023, en reconocimiento a toda una vida de entrega al servicio de la comunidad puertorrealeña y a la Santa Madre Iglesia, recibió el galardón «Ángel Cartier» en su XXVI edición. Esta distinción, otorgada por el mundo cofrade de Puerto Real, es un testimonio de su inagotable labor a favor de las Hermandades y Cofradías locales, así como de su participación activa en la vida litúrgica de la Iglesia.
Hoy, Salvador Tejonero Mateo sigue siendo un pilar fundamental en la comunidad de Puerto Real, donde continúa compartiendo su amor por la música, su fe y su compromiso con los demás.
María del Rosario Alcedo Ternero
María del Rosario Alcedo Ternero, Charo, nació en Cádiz el año de 1941. Fue bautizada en la Parroquia de La Palma. Recibió su primera Comunión a los 6 años y, a los 10, fue confirmada por el Obispo Mons. Tomás Gutiérrez Díez.
Cursó primaria y bachillerato en el colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón. A su salida del colegio hizo cursos de Farmacia, Laboratorio y Enfermería. En 1977 se matriculó en la Escuela de Enfermería Salus Infirmorum, donde se afianzó aún más su inclinación al mundo del cuidado de los enfermos y de los ancianos en soledad. Esa vocación la había llevado a colaborar, desde 1960, como voluntaria de la Residencia de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres, hasta que las religiosas cerraron la casa y se marcharon de Cádiz. En aquel Hogar de Ancianos, Charo ayudaba en la enfermería, donde cuidó a muchos enfermos hasta el final de sus días. Dios la preparaba así para su futuro profesional y familiar. En su faceta profesional, obtuvo, por oposición, una plaza de funcionaria de la Diputación, donde ejerció hasta su jubilación en 2006.
Uno de los principales rasgos de la fisonomía espiritual de Charo ha sido su profundo amor a la Iglesia, de la que siempre se ha sentido parte activa. En su juventud participó en grupos de vida cristiana, que se reunían asiduamente para profundizar en su formación para una vida cristiana, participando en cursos, retiros, ejercicios espirituales anuales, visita de enfermos, adoración eucarística, etc. A partir de 1982 se incorporó activamente a su Parroquia de Santo Tomás de Aquino. Allí colaboró en el coro parroquial, en los grupos de Liturgia y Oración, y en el Consejo Parroquial. Como representante de la Parroquia, formó parte de la Asamblea del Sínodo diocesano del año 2000.
Otro de los rasgos de la espiritualidad de Charo es su amor a la Virgen. Recibió su primera Comunión en la Iglesia de Santo Domingo, a los pies de la Patrona de Cádiz, y el 8 de diciembre de 1956, se consagró a la Stma. Virgen, en la Congregación Mariana de su Colegio, vínculo que nunca ha roto.
Desde el año 2000, las sucesivas enfermedades invalidantes de sus tres hermanos sacerdotes, José María, Jesús y Antonio, la obligaron a dejar a un lado su intensa actividad apostólica para dedicarse por entero al cuidado de sus hermanos, de modo que su hogar quedó transformado en una verdadera enfermería. Así, Charo ha vivido el último cuarto de siglo íntegramente consagrada al cuidado de sus hermanos, dándonos a todos un admirable ejemplo de caridad, fortaleza, constancia y abnegación cristiana.
Miguel Ángel García Mercado
Miguel Ángel García Mercado nació en 1964 en Cádiz. Está casado y es padre de 7 hijos.
Se doctoró en Filosofía por la Universidad de Sevilla, y es Licenciado en Teología por la Universidad de Navarra. Ha ejercido como profesor de Enseñanza Secundaria en la educación pública por oposición desde 1989. Ha sido Catedrático de Filosofía desde el año 2000, y ha ocupado cargos directivos en diversos centros docentes de la Bahía, siendo director del IES La Caleta y del Colegio Guadalete. Es profesor asociado de la Universidad Nacional a Distancia con la venia docendi por oposición pública (2012). En la actualidad está jubilado de la docencia pública.
Miguel Ángel García Mercado ha escrito más de 30 libros (en solitario o en colaboración), ha publicado 62 artículos, ha participado en más de 560 conferencias o mesas redondas sobre temas docentes, morales y pedagógicos, y tiene en su haber más de 2.300 horas certificadas de formación en temas pedagógicos y morales.
A pesar de su jubilación de la docencia pública, sigue activo, a nivel diocesano, en la enseñanza de la teología como profesor del Seminario San Bartolomé de Cádiz y del Instituto de Teología a Distancia, dependiente de la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid. También ejerce como director de Estudios del Seminario, y , desde hace 9 años, coordina las actividades docentes del Instituto de Formación para laicos, siendo profesor en sus diversas secciones.
Es orientador familiar y también colabora muy activamente en la formación cristiana de los cofrades de nuestra diócesis, contribuyendo decisivamente a que varios centenares de cofrades de nuestra Iglesia de Cádiz y Ceuta hayan alcanzado un nivel básico de formación doctrinal. También ha organizado actividades de formación en diversas comunidades parroquiales de la ciudad de Cádiz.
Miguel Ángel destaca por su brillantez intelectual y pedagógica, que sabe compaginar con una gran humildad y caballerosidad. Es un hombre trabajador infatigable, de recia vida de piedad, y adornado con un gran amor a la Iglesia. Su aportación a la formación intelectual y teológica de seminaristas y seglares ha sido y sigue siendo sencillamente incomparable.