El castillo olvidado
En cierta ocasión escribí que el castillo de San Romualdo, el edificio más antiguo de esta ciudad, paradójicamente, ha vivido durante lustros olvidado de la mano de todos. A pesar de haber sido liberado de su inaceptable uso —no olvidemos que durante muchísimos años sus recios muros albergaron viviendas vecinales, un mesón y almacenes comerciales— aún hoy su puesta en valor dista mucho de ser la que se merece por su historia y por todo lo que significó para La Isla. El que fuera refugio de los isleños tras los violentos asaltos perpetrados por holandeses y franceses en los años 1588, 1596, 1625 y 1702, sigue sin encontrar el lugar de privilegio que debería tener en la memoria colectiva de la población.
Más allá de algún que otro evento lúdico o cultural en su patio de armas, alguna boda civil o un tímido recorrido por su interior trocado en museo histórico municipal, este singular castillo de mediados del siglo XIII sigue pasando desapercibido para la gran mayoría de la población. Ni siquiera el hecho de que en su recinto interior se construyera en torno a 1676 la primera parroquia que existió en la isla de león, contribuye al alza y mejor conocimiento de lo que este vetusto edificio significó para esta urbe.
Este es un hecho que debería hacernos reflexionar, porque a nadie se le debe escapar que una sociedad que ignora las huellas de su pasado vive peligrosamente de espaldas a su historia y a su memoria, y corre el irreversible riesgo de perder su identidad.
Es tan escaso y pueril el interés que suscita para la ciudadanía nuestro castillo, que a nadie le ha sorprendido que ninguna institución, asociación o partido político bien sea local, regional, nacional o interestelar, con mayor o menor responsabilidad en la puesta en funcionamiento del tranvía que recorre las entrañas de nuestra villa camino de Cádiz o Chiclana, haya considerado relevante dedicarle el nombre de una de las numerosas paradas que jalonan su paso por la calle Real. Es desolador constatar que, a pesar de que el tan deseado trambahía se detiene todos los días frente a sus viejos muros, se haya ignorado su existencia, condenándole a la terrible máxima de que aquello que no se nombra no existe.
Una vez más y, por enésima vez, hemos perdido una ocasión única para poner en valor el castillo de San Romualdo y todo lo que este significó desde sus inicios, cuando daba cobijo y protección a los vecinos de El logar de la Puente, embrión poblacional de San Fernando, hasta nuestros días. Aunque tan solo se tratara de un simple gesto tan insignificante a priori como la denominación de una parada de tranvía, casi un brindis al sol, hubiese sido, sin embargo, toda una declaración de intenciones y un justo reconocimiento a uno de los mayores activos con los que cuenta el importante patrimonio histórico de esta ciudad.