Publicado el: Mié, 2 Mar, 2022
Opinión

Por un trozo más de tierra

Fotografía. Leonor Montañés Beltrán.

Porque te obliga a odiar a alguien a quien no conoces, odio en defensa propia, pero odio al fin y al cabo. Por el reguero de heridos que atestan las calles. Por la amenaza de muerte que escupen los fusiles. Porque la sangre huele a metralla y anega la tierra, porque el llanto de los niños es un himno maldito que se te mete dentro como una mala canción, porque los ojos de las madres son el espejo del miedo y la ausencia de los padres es una incertidumbre que tiembla en el alma.

Porque el grito de una bomba es tan fuerte que deja sordo también a quien la lanza, y las granadas son pájaros que vuelan y chocan contra los cristales y los atraviesan y allanan tu morada.    Porque ruidos de sirenas dan entonces la voz de alarma. Porque la ruina que recoge a los muertos se tiñe de rojo. Rojo como los labios de las viudas, rojo como la ira del que aprieta el gatillo. De rojo y negro. Negro como el luto de los huérfanos, negro como el dolor más intenso, negro como la muerte, simplemente.

Porque pone tierra de por medio a la boca sitibunda de un amor correspondido, porque la muerte se multiplica como alimento que es de los canallas. Porque y sin embargo la muerte es absurda como absurdo es todo aquello que no puede explicarse con la razón. Porque el tiempo camina entre tanques y fusiles. Y desde entonces miedo, llanto desde entonces, y desde entonces muerte. Porque desde el cielo los aviones lanzan una metralla que mata a los niños, que arranca la tierra, que convierte en nada todo lo que toca.

Porque las casas muertas, las ciudades rotas y el vacío del viento hieden a pólvora, porque al hombre le da miedo del hombre, y porque la misma noche de siempre se hace eterna. Porque una triste bala lo deshumaniza todo. Porque una guerra es un vericueto para las palabras, porque las palabras no salen, porque una guerra nos deja sin palabras. Guerra incestuosa.

Porque hay personas esparcidas entre los restos de las casas derribadas, y columnas de humo y polvo y escombros. Porque un ser humano no puede ser nunca un escudo, ni una lágrima una barricada, ni una casa una trinchera.

Porque aunque hay quien no lo cree, duelen las heridas, y arañan las entrañas, y dejan secuelas.

Porque la guerra es hambre, y el hambre también es arma de destrucción masiva.

Por eso no hay nada más triste que una guerra, por eso no hay nada que valga una guerra.

Sobre el autor

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Mostrando 2 comentarios
  1. Juan francisco dice:

    Hermano eres un crack. Qué arte tienes. Una abrazo

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