Cuando el amor se esconde
Cuando el amor se esconde, cuando ya no puedo ofrecerte más que palabras desaliñadas, verdades incuestionables que parecen mentiras y los recuerdos insensatos martillean mi memoria, vienes hasta mí, entonces, desnuda y deshabitada, amarga como la tuera, amarga de tiempo e incertidumbre y me alimentas con tus besos de relámpagos y estrellas. Pero lejos de la gente, lejos del ruido, lejos de los ujieres que guardan la entrada a la noche.
Cuando tengo que cerrar los ojos para verte, imaginando los segundos que parecen horas, cuando tus subterfugios me hacen daño y tengo que agarrarme al amor que te tengo, y a tu piel que hace que me olvide del todo y de la nada, menos de ti, menos de la vida sacudida con tu nombre que avanza apagando silencios y encendiendo suspiros. Pero lejos de la risa ajena, de las palabras inútiles, de las explicaciones.
Cuando un retazo de indiferencia abre las noches a mis manos para ver si me sientes, si me oyes, si me escuchas, si me hablas y me dibujas, a solas, sin que nadie nos vea, un te quiero que aminora la tristeza que me parece entonces este mundo, cuando no estamos tú y yo, cuando no estamos ninguno, cuando estamos en el escondite en el que me hallo, del que no puedo salir porque entonces apenas podrías quererme. Pero lejos de las miradas, de los murmullos, de los silencios.
Cuando soñarte es una realidad transparente que se las ingenia para verte, para saber de ti, donde el tiempo se detiene a buscarte, donde no tengo esa sonrisa trémula y tenue que a veces se asoma a la vida, esa sonrisa misma que se abre y reluce a veces, cuando tú y yo estamos a la intemperie del mundo y el mundo nos da lo mismo. Pero lejos de los besos de siempre, de las caricias de siempre, de los abrazos de siempre.
Cuando consigo entender que saberte de memoria ha sido mi último entendimiento es cuando quiero hablarte con mis letras, hasta que se apague todo y vuelva a la celda en la que paso desapercibido, sin que nadie me vea, sin que la vida sepa lo que a la vida no le importa. Hasta que la oscuridad vuelva para hacerme invisible, y el silencio para hacerme silencio, y la soledad para hacerme nada, y el tiempo para hacerme nadie. Hasta cuando resucite de esta vida de la que me exilias cada día. Hasta entonces. Hasta siempre… hasta nunca.