Ritual de ilusiones
El agua del mar está hecha del mismo material con el que se tejen los sueños y las ilusiones, y por eso quiero que vengas conmigo a la orilla del paraíso. Y cuando la marea se desnude y nos muestre sus intimidades mojar contigo los pies y llenarlos de sal y pedir un puñado de deseos que deseo cumplir contigo. Deseos que te enumero con esta letanía de palabras que siempre son insuficientes.
Soñar con los ojos abiertos, rodearme de ti, enloquecer a la intemperie de tu boca, enredarme en tus manos, perderme en esa forma tuya de mirarme, bautizarme con tu sonrisa, esa sonrisa tuya que es la imagen que más quiero. Esa sonrisa contagiosa de la que depende la mía.
Abrirme de par en par para que me veas por dentro, guardarte en silencio al ruido del viento, hacer que mi corazón lata a galope tendido cuando somos uno, echarte de menos en las horas infinitas y vacías, trepar por tus venas, llenar mi voz de gemidos, llenar tus gemidos de susurros, vivir en ti y en mi urgencia de sentirte, olvidarme del miedo y sus tentaciones, aprender a soportar la vida cuando me viene tu ausencia, enseñarte castillos y casas encantadas.
Ver como ocupas el lado que tú quieras de la cama, aprenderte de memoria, envidiar todo el aire de tus alrededores, velar por tus sueños, quedarme contigo en tus vigilias, dejarte dormida con las palabras, predicar que te quiero a cada instante, sembrar las semillas del futuro, palpitar cuando me acerque a tus labios, oírte diciendo mi nombre, acariciar tu cara con mis manos.
Tolerar mis frustraciones, bordar las sábanas con los pliegues de tu piel, abrazarte para despejar las dudas, seguir luchando contra el tiempo y ganarle la batalla, sacudirnos la parte del pasado que se acerca cabizbajo y nos trae malos recuerdos, recordar los lugares en los que te amé, en los que te pensé y en los que te hice inmortal y recuperar el tiempo perdido.
De todas las ilusiones que todavía me quedan me quedo con estas que ahora tengo contigo y ahora que el calendario envejece un año más te quiero agarrar las manos y abrirlas y llenarlas de agua. Agua que es la metáfora de estos sueños y que yo te enseño con este puñado de letras que ya son tuyas, mías…nuestras. Que son también nuestra primera persona del plural.