Miedo a la noche II
Nos hemos quedado casi solos, con la única compañía del gato de pelo negro que cada noche se come el trozo de mortadela que le dejas a cosa hecha debajo del banco y que luego se queda a dormir a la orilla de tu falda, al regazo del hueco que tus pies han hecho en la tierra, creyendo que te protege.
Me gusta verte dormir, los ojos a cal y canto, haciendo muecas a los sueños con una sonrisa que no es más que un tic nervioso. Esa sonrisa involuntaria que la vida echa tanto de menos.
Y me acerco, intimidado por la manera que el gato tiene de mirarme, hasta donde los límites postreros del día te han dejado caer víctima también del cansancio. La noche entonces impone su silencio y te convierte en la parte callada del tiempo.
El gato maúlla para avisarte, pero no haces caso. Y yo recojo los pétalos en los que el aire ha convertido tu agitada respiración y me los guardo dentro, justo al lado del prodigio de tus ojos. De tus ojos lacrados.
Y mientras duermes te agarro las manos que tiemblan beodas y de las que tanto me cuesta separarme. En este momento eres la casapuerta atravesada por mis sueños, y ni siquiera lo sabes. Hay demasiadas cosas que no sabes.
El gato maúlla otra vez, celoso quizás, impidiéndome dibujar poemas que dejen claro mis sentimientos. Sabes hacer que pasen desapercibidas las estrellas que se acercan en bandadas. El viento de poniente te seca el pelo…y yo deseo quedarme aquí hasta que se desnude el filo de la madrugada.
El gato se ha quedado definitivamente dormido, harto ya de mi insistencia.
2
También hay barro en el lugar que nos rodea, corazones de Jesús, cruces que marcan el último destino del hombre, cenizas esparcidas que tienden al infinito. Ibidem del purgatorio, principio de la vida eterna. La tristeza flota sobre los nichos. Los nombres tatuados en granito son la imagen del recuerdo, lo poco que queda de los seres queridos. Dicen que la muerte no distingue de clases sociales, y debe ser mentira porque veo lápidas de mármol, y osarios y panteones y lápidas blancas con el nombre rotulado a mano y flores marchitas y coronas diferenciando personas. Y debe ser verdad porque dentro sí, dentro los gusanos se comen igual a los pobres que a los ricos.
Y miro entonces tu sueño profundo.
Suspiras vagamente, suspiro que me trae aquella imagen tuya de aquella beldad que me horada la memoria y me hace creer en la resurrección.
Hoy no tengo que irme, hoy no me espera nadie y mañana es un día festivo, así que disfrutaré de ti un rato más, pero no quiero que te asustes si viene el desvelo y me iré a verte dormir desde la distancia, hasta que la noche se haga definitiva. Tienes la oscuridad revistiendo tu sueño, vistiéndote de penumbra.
Te veo soñar, inquietarte, zanquear con la mirada por los vestigios del aire, buscando no sé qué, para volver a dormirte. (Continuará…