Publicado el: Mié, 10 Nov, 2021
Opinión

Miedo a la noche

Fotografía. Leonor Montañés Beltrán.

Dicen que la luna llena, y debe ser verdad porque esta noche, con ella asomada al cielo, me siento pleno. Dicen que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad y aquí me tienes, felizmente impaciente, esperando el momento en el que la vida haga de tu presencia mi regalo. La espera es también impaciencia, disfrazada de eternidad. Ocuparás como cada día el banco más cercano a la fuente, ligera de equipaje. Y yo me quedaré a verte recoger las sobras del día que te has traído. Vino amargo, los restos de esta suciedad que te ve morir poco a poco mientras pasa de largo. Sí, me quedaré a verte incluso a riesgo de que un día me acuses de allanamiento de mirada.

Accedes entonces por el foro que la noche ha colocado detrás de los cipreses: tristeza perenne, decaídos los ojos, solilorquiando romances de raza gitana.

(…) Dentro de la fragua el niño,

tiene los ojos cerrados – canturreas.

El jopo de tu pelo es un hampa de color negro que escribe malamente tu despeine habitual. Los agujeros de tu blusa son síntomas de dejadez excesiva. Tus ojos parecen dos puñaladas.

Me miras, pero paso desapercibido para tu mirada enclenque entre la maraña de gente que abandona poco a poco este lugar. Lo raro es que me sigas pareciendo tan hermosa como años atrás, cuando el tiempo no era todavía una carga, cuando no hacía falta soltar el lastre de los recuerdos, tanto que es necesario calzar el coturno para describirte.

La vida que nos rodea nos lleva la contraria y avanza a raudales jugando con el tiempo que ya hace tiempo que dejó de ser el mismo de siempre. Ni tú ni yo somos ya lo mismo. Todo ha cambiado. Todo fluye. Todo es un devenir, nada es estático, sino una corriente dinámica. No soy ya aquel que te admiraba por los mil puntos cardinales del patio del colegio. Es difícil que me reconozcas entonces.

A tu lado hay una patulea de gente insistiendo en el llanto por las ausencias, por los que han partido y se han marchado en busca de mundos más o menos eternos, dependientes de la fe. Esa fe que cada día me tiene más abandonado. Flores y llantos.

Poco a poco el vacío se va apoderando de la tarde, osculeciéndola a modo de despedida hasta que mañana la rutina vuelva a llenar a esta parte de la noche que precede al ocaso.

Sobre el autor

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