Perder lo poco que se tiene
Vivir en la calle supone, de por sí, una absoluta precariedad. En esta cruda situación, las personas sin hogar han de afrontar muchos problemas diarios, entre los que se encuentra el no disponer de un lugar donde conservar sus pocas pertenencias. Esta circunstancia motiva que tengan que dejar sus objetos personales en algún lugar donde pasen desapercibidos; un lugar lo más escondido posible. Aun así, las personas sin hogar corren el riesgo de que sus apreciadas pertenencias e incluso documentación, sean arrojadas a la basura por los servicios de limpieza y la policía municipal, de acuerdo con las instrucciones que han recibido.
Esto es lo que le ha ocurrido hace unos días a una de las personas que está siendo atendida por nuestra asociación. Con un enorme esfuerzo, se estaba trabajando en la formación de unos hábitos que facilitasen su integración. Todo lo que poseía esta persona, se encontraba en una mochila que se le había proporcionado y que, lógicamente, no podía llevar cargada al hombro todo el día.
Al ir a recoger la mochila con sus pertenencias, al anochecer, no la encontró; el lugar estaba vacío. El servicio de limpieza había arrojado su mochila al contenedor y, junto esta, una parte de las ilusiones que estaban surgiendo en su proceso de integración. Resulta curioso, y es importante señalar, que para estas personas ni siquiera media un pequeño periodo de tiempo que permitía reclamar, de algún modo, las pertenencias que se retira, y en este caso la mochila, como nos ocurre al resto de ciudadanos y ciudadanas.
Aunque nos parezca increíble, perder lo poco que se tiene cuando se vive en la calle, le duele a una persona sin hogar lo mismo que nos pudiera doler a cualquiera de nosotros y nosotras. Estas cosas no se pueden arrojar como despojos porque tienen un dueño o una dueña; más aún son pertenencias personales que a nadie le gustaría perder, sobre todo si es lo único que se tiene.
Especialmente preocupante se vuelve la situación en invierno, cuando al anochecer una persona sin hogar descubren que la manta o la ropa con las que iban a cubrirse han sido arrojadas a la basura. Estas personas también tienen derechos, a pesar de vivir en la calle. ¿O acaso sus objetos personales tienen menos valor?
Es preciso que se consideren estas situaciones y desde el Ayuntamiento se proporcionen recursos para que quienes no tienen un hogar puedan guardar sus escasas pertenencias en un lugar seguro y donde no estorben a nadie, sin miedo a que los servicios de limpieza lo arrojen a un contenedor como basura.
Desde la Asociación PESHO-DE confiamos en la buena voluntad del Equipo de Gobierno de San Fernando para encontrar una solución y proporcionar un espacio donde se guarden las mínimas pertenencias fundamentales de aquellas personas que carecen de un lugar donde vivir mientras no exista una alternativa habitacional digna.
Milagrosa Fernandez
Presidenta de la asociación personas sin hogar con derechos (PESHO-DE)