Publicado el: Dom, 20 Jun, 2021
Opinión

Sobre el autor del grupo escultórico del Ayuntamiento de San Fernando, su salamanquesa y sus leones

La Isla cuenta con un interesante patrimonio escultórico aún pendiente de investigar, estudiar y divulgar para el conocimiento de la ciudadanía. Especialmente en su faceta civil, pues las imágenes religiosas siempre han suscitado mayor curiosidad debido al arraigo de la tradición cofrade existente en San Fernando.

María Elena Martínez ya abordó en Patrimonio La Isla la iconografía del grupo escultórico que corona la fachada de la Casa Consistorial, es decir, el escudo de la ciudad flanqueado por Iustitia, diosa romana de la justicia y las leyes de los hombres que a partir del siglo XVIII pasa a simbolizar el poder ejecutivo; y por Fama, descrita por Virgilio como difusora de la rumorología y que en este caso pone rostro a la voz pública.

Dicho conjunto fue realizado en 1890 por el escultor Augusto Franzi, según la firma que luce grabada y que puede cotejarse con informaciones de la época. Así, durante una visita de inspección a las obras de la última fase constructiva del Ayuntamiento el 3 de febrero de 1890, el arquitecto provincial Amadeo Rodríguez examinó varios bocetos firmados por este artista de «modelos para el escudo que ha de coronar el cuerpo ático del edificio, eligiendo uno de ellos que llena las condiciones exigidas». Su aportación no quedó ahí, pues poco después se conocemos que «el señor Franzi, encargado de las obras de ornamentación […], lleva con gran actividad el desbaste de las ménsulas del atrio, siendo de esperar que en breve plazo de por terminado este trabajo», trabajo para el cual contó con la ayuda de otro escultor procedente de Barcelona. Es decir, Franzi no solo se encargó del grupo del ático, sino de todo el programa decorativo o gran parte del mismo incluyendo sus características ménsulas con cabeza de león erróneamente atribuidas a José de Cirartegui por Ramón Monfort en 1895. Cirartegui labraría en todo caso las anteriores, del siglo XVIII, más toscas y solo llegando a rematar la situada en el extremo derecho como muestran las fotografías más antiguas.

Pero… ¿quién era este autor? Gracias al historiador Juan Luis Sánchez Villanueva sabemos que Francesco Augusto Franzi Botticelli nació el 5 de septiembre de 1834 en Viggiù (Lombardía, Italia) de la unión entre marmolista Michele Franzi y la cocinera Caterina Botticelli. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Milán y acabó afincándose en Jerez de la Frontera hacia el año 1860.

Las fuentes revelan una profusa actividad concentrada en el último tercio del siglo XIX para las provincias de Cádiz y Sevilla. En 1865 decoró el antiguo camarín del Santuario de Nuestra Señora de Regla, en Chipiona, con «figuras, adornos y flores de escultura». Es su primera obra específicamente documentada aunque para entonces ya había trabajado en la rehabilitación de la Casa Consistorial de Sevilla y en diversos pueblos de la zona. En 1867 participó con seis retratos en relieve en la Exposición Artística de Sevilla, sección de Escultura, y un año después tomó partido en un fallido proyecto para establecer una Academia de Bellas Artes en Jerez; en 1872 labró un escudo en piedra para el frontis del ayuntamiento hispalense; en 1873 realizó varios trabajos de cara a la inauguración de la Biblioteca Municipal de Jerez de la Frontera en su antigua sede de la Plaza de la Asunción, entre ellos la restauración de una escultura sedente de Alfonso X y seis capiteles colgantes; en 1875 presentó un reclinatorio de palo santo con pinturas de Juan Rodríguez García a la Exposición Bético-Extremeña celebrada en Sevilla, así como medallas conmemorativas de dicho evento, en plata, por encargo; en 1878 firma una lápida monumental estilo Luis XIV dedicada a la memoria de los Condes de Casa Galindo y Marqueses de las Torres de la Presa para la Iglesia Mayor de Carmona; en 1879 realizó el mausoleo de Manuel Ruiz de la Rabia para el antiguo cementerio jerezano; en 1881 labró en piedra otro escudo con las armas de la Maestranza para la Plaza de Toros de Sevilla, en cuyas obras participaría presentando un proyecto para elevar el frontis del Palco del Príncipe; en 1883 realiza la que quizás sea su obra más conocida, el busto de Rafael Rivero de la Tixera que corona el monumento construido por el arquitecto Joaquín de Vargas para su plaza de Jerez; en 1887 hace otro mausoleo en mármol de Carrara, de estilo gótico-renacentista, para Buenaventura Misa Bertemati, y también reforma el panteón de la familia de José Ramírez Rueda existente en el camposanto jerezano.

En 1889-1890, coincidiendo con su intervención en el Palacio Consistorial de San Fernando, oposita a la Cátedra de Modelado y Vaciado de Adorno vacante tanto en la Escuela de Bellas Artes de Cádiz como en la de Coruña, parece que sin suerte. Aquel mismo año modela en yeso del busto de Francisco Revueltas Montel para la Exposición de Bellas Artes de Cádiz.

Tras un parón durante el cual se traslada definitivamente a Sevilla, sorprendió con el modelado en yeso sobre medallón del retrato de Emilio Castelar aprovechando el breve paso de este eminente tribuno por la capital hispalense. El trabajo fue muy elogiado:

La ejecución de esta obra es de lo más acabado y perfecto que hemos visto. Seguridad en el dibujo, franqueza y espontaneidad en el modelado, todo lo tiene este hermoso trabajo digno por muchos conceptos de la persona a la que está dedicado. Con no pocas dificultades tropezó el señor Franzi para hacerlo. El señor Castelar disponía de muy poco tiempo y el retrato tuvo que hacerse en dos cortas sesiones, y recogiendo al vuelo el artista las líneas del modelo, que no se estaba todo lo quieto que era de desear. Por fin, el retrato quedó terminado y puede decirse que la misma precipitación con que está hecho le ha favorecido, puesto que le ha prestado una espontaneidad y una vida que no vemos en otros trabajos estudiados con exageración, de lo que resulta casi siempre la pesada monotonía de todo lo rebuscado.

Por aquellas fechas se encontraba también trabajando con el arquitecto Francisco Hernández-Rubio en un templete para la Colegiata de San Salvador, actual Catedral de Jerez de la Frontera. Su aportación abarcó todo el programa decorativo en mármol incluyendo bajorrelieves y la escultura del Salvador que lo corona, así como la restauración de una cruz del siglo XVI hallada en los desmanes del Hospital de Sevilla.

En 1901 viajó a su país natal y aprovechó para visitar el taller del jerezano José Gallegos Arnosa, que en ese momento dirigía allí la construcción de un baldaquino destinado a la Iglesia de Santiago con la participación de numerosos artistas italianos. Aunque su última obra documentada, en 1906, es un altar y baldaquino de piedra para la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de Grazalema; en 1909, con setenta y cinco años, aún figura como vaciador en la Escuela de Artes Industriales de Sevilla.

Ahora, sabiendo el papel desempeñado por este italiano en la culminación de la Casa Consistorial de San Fernando, cabe preguntarnos si guarda relación con la salamanquesa labrada en uno de sus leones y que siempre se ha identificado con la firma del arquitecto o del cantero. No tiene sentido vincularla a la figura de Torcuato Cayón, pues este diseñó los planos del edificio más de un siglo antes de que existieran las ménsulas. Tampoco tenemos noticias sobre la presencia del simpático reptil en otras obras de Franzi, como sería lógico si fuese una especie de marca personal. Más que en firmas con nombre y apellido, podríamos pensar en algo genérico alusivo al concepto de «razón» tan importante en el Clasicismo. Como bien explica Pedro Manuel Fernández, historiador del arte, este animal busca la luz del sol para su supervivencia del mismo modo que el hombre la del conocimiento, de ahí que podamos encontrarlo en edificios de muchas ciudades españolas. Sin embargo, tampoco parece ser este el origen de la salamanquesa isleña que, más que con la razón, tiene que ver con la fe por su resistencia ante el fuego eterno, aptitudes regenerativas y purificantes, y la capacidad de algunas especies para reproducirse sin copular, es decir, manteniéndose «vírgenes». Fue posiblemente colocada a mediados del siglo XX, al mismo tiempo que la placa conmemorativa de la coronación de la Virgen del Carmen, patrona de San Fernando.

Sea como fuere, la aportación de Franzi contribuyó a que el edificio fuese considerado como «uno de los mejores palacios de que disponen las colectividades municipales de España; todas sus dependencias encuéntranse decoradas con una suntuosidad que para sí quisieran muchos ayuntamientos de capitales de provincia», aseguró Arturo García Asensio en 1907.

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