Foto. Leonor Montañés Beltrán.

Analfabetos e incultos ha habido siempre, desde que el mundo es mundo, personas que, por el motivo que sea, no aprendieron nunca a leer ni a escribir, no pudieron acceder a la cultura. La mayoría de ellos no tuvieron la oportunidad tampoco de hacerlo porque aprender era un privilegio que no podían permitirse. Esa incultura y esa ignorancia les hacía sentir vergüenza. Eran incultos, eran ignorantes y por ello se sentían mal.

Ahora en cambio es distinto. Ahora el ignorante presume de serlo. Presume de no haberse leído un libro en toda su vida, presume de no perder el tiempo con cualquier cosa que esté relacionada con la cultura, les da igual hablar mal con la excusa de que se les entiende de sobra. No les interesa calentarse la cabeza con algo que les haga pensar, que exija una inteligencia mínima. Lo peor de estos ignorantes es que, en su amplia mayoría, sí han tenido acceso a la educación y a la cultura, pero han pasado de ellas, les ha dado igual. Es cierto que saben leer y escribir, pero su comprensión lectora es mínima y lo escribir no les da para más que para juntar letras y encima con faltas de ortografía.

Lo grave de todo esto es que cada día son más, y cada día el mercado, los gobiernos y toda la rancia nobleza similar los cuida más, han hecho de ellos su principal objetivo. Casi todo se hace a su medida: la radio, la televisión, los partidos políticos se pelean por ellos. Todo está pensado para gente que no entiende porque no lee, porque no piensa, porque le importa un pito todo lo que tenga un ápice de cultura. Gente que lo único que pide es que les diviertan, que les entretengan, que bastantes problemas y complicaciones, dicen, tiene ya su vida. Sólo les interesa los trapos sucios de la gente, los enfrentamientos entre personas. El saber que hay individuos más miserable y peor que ellos les hace sentir bien.

Todo, como digo, está girando alrededor de este tipo de persona, todo se está creando a su medida simplemente porque son mayoría. Todo se está volviendo elemental y primario, nada se hace que requiera, como he dicho antes, un mínimo esfuerzo intelectual, para que ellos puedan entenderlo, porque ellos son la nueva clase dominante. Y es una bendición para los que mandan que la clase dominante sea la más fácil de dominar, precisamente por su ignorancia y por su orgullo de ser ignorante.