El Ateneo vería un un error la “reinauguración” de la estatua ecuestre del General Varela
Por "una ciudad que defienda los valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos".
Una de las características de las dictaduras y de los regímenes totalitarios es su pretensión de establecerse como poder total y omnipresente en la sociedad. Así, la dictadura de Franco diseñó una ciudad a su medida en la que los espacios públicos como plazas y calles estuvieran copados por su simbología y por sus héroes. En pleno siglo XXI, en el año 2021, es hora de que los ciudadanos de este país, en palabras de Vázquez Montalbán, encontremos nuestra propia música.
Cuando hablamos de la retirada de la simbología de la dictadura de nuestras plazas y calles, hay todavía quien nos acusa de violentar la convivencia de querer remover heridas del pasado. Nada más lejos de nuestras intenciones. Al contrario: desde el Ateneo Republicano y Memorialista de La Isla pensamos que la presencia de esta simbología es la que precisamente violenta la convivencia al presentarse como una anomalía en una sociedad que, desde hace años, vive, construye y avanza en Democracia. La prueba de que es esta simbología la que violenta la convivencia es la existencia misma de este debate.
A pesar de los prejuicios que enturbian esta discusión, para el Ateneo este debate no es sobre una cuestión del pasado. El debate sobre la simbología presente en nuestros espacios públicos es un debate sobre el futuro, sobre qué tipo de ciudad y sociedad queremos tener. La presencia de un tipo de simbología u otra en un espacio público no es baladí: la simbología no es neutral. Que una plaza pública o una calle estén consagrada a un general corrupto del ejército de Franco, a un diputado de las Cortes que redactaron la Constitución de 1812 o a un médico dice mucho sobre qué valores pretende ensalzar esa sociedad.
Los espacios públicos deben ser espacios de encuentro de toda la ciudadanía, espacios consagrados a la convivencia y a los valores compartidos por unos y por otros, sean de derechas o de izquierdas, sean votantes de la opción política que sea y, esos valores, no pueden ser otros que los valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En La Isla esos espacios, como la Plaza del Rey, deberían ser espacios dedicados a referentes e ideas que todas las personas que vivimos en La Isla podamos compartir: nuestro astillero, nuestras salinas, nuestras Cortes,... La presencia del general Varela solo sirve para consagrar unas ideas, una época que choca de frente con la Democracia, una época que es completamente opuesta a los valores que rigen hoy día nuestra convivencia, unos valores que ya no representan a casi nadie. Estar a favor de la permanencia de esta simbología en nuestra ciudad solo puede significar estar a favor de consagrar públicamente una época y unas ideas.
Si la intención del gobierno municipal es trasladar dicho homenaje franquista a otro espacio público de la ciudad, serán cómplices de una reinauguración poco justificable, mientras aún permanecen en fosas (halladas y por hallar) las víctimas de aquella barbarie que lideró, entre otros, el general corrupto Varela.
A partir de lo dicho, insistimos: el debate sobre la simbología franquista en nuestra ciudad no es un debate sobre el pasado, es un debate sobre el futuro, sobre la ciudad que queremos; el debate sobre la retirada de la simbología franquista de nuestra ciudad no es un debate de izquierdas y derechas, es un debate entre Democracia-Convivencia y dictadura-imposición de ideas; el debate sobre la retirada de la simbología franquista de nuestra ciudad no es un debate que se pueda aparcar, porque no es un debate en el que quepa la ambigüedad o la neutralidad, porque no puede haber ambigüedad a la hora de defender el espacio de la Democracia y la Convivencia.