La ausencia de besos
Carne sobre carne, orilla húmeda del cielo son los besos de tu boca, alivio de males. Los besos que te sueño no me caben en los sueños. Acaríciame con su intensidad, con el silencio incluso que guardamos cuando suceden, con los ojos cerrados para vernos desde dentro, con los ojos abiertos también para verte de cerca.
Sé de besos que no tienen nombre, que han durado solo un instante, justo el escalofrío, que ha afilado la piel, que se ha quedado en la memoria y pasa de pronto para volver a vivir, para vivir de nuevo. Sé también de besos que esperan agazapados, escondidos en el tiempo, en aquello que un día fueron y besos que salen convertidos en abrazos, en miradas, en caricias, pero que no son más que eso, besos ansiosos que necesitan salir y a veces no pueden y a veces no quieren, y a veces, entonces, se desabrochan del alma y se ofrecen al alma.
Algunos besos parecen prohibidos, pero entonces no deben ser llamados besos, algunos besos guardan silencio absoluto, algunos besos engendran amores, algunos besos hacen temblar desde la piel hasta los huesos. Todos los besos deberían ser el primero.
Hay besos escritos en poemas, besos que se escapan de los dedos, como este beso que ahora mando hasta tus ojos, y palpo tu boca, y la noto y la siento y la lleno de besos y coincido entonces con tus labios. Y temblamos, como la luna en el mar, como mi mano en tu mano. Hay besos, también, que si me dicen ven lo beso todo, los labios, la piel y sus alrededores.
Tengo sed de besos desde hace un año, desde que el beso está prohibido. Sed de tu boca que el miedo esconde en tus labios, sed de las cosas que pasan mientras un beso sucede: la piel encendida, los dedos rebuscando entre tu pelo, las caricias desatándote la cara, el bocado hambriento de mis labios, la hermosa tempestad que nos aprieta. Tengo sed. Sed y hambre.
Y donde habitan los besos, ahora hay distancia. Una barrera que impide que los besos se hagan. Como si un beso contagiara algo más que temblor, algo más que el crepitar de los huesos, algo más que morir de ganas. Peor es la tristeza, efecto secundario de la ausencia de besos. Efectos secundarios de los que nadie dice nada, aunque matan.