Gato por liebre
Huelga decir que las cosas, a veces, no son lo que parecen. Es una frase tan antigua como la vida misma, es una frase tan real como la infamia. Verdadera. Pero no por ello debería ser tratada como un axioma. No todas las manzanas inmaculadas son insípidas, no todo lo bello es bueno, no todo lo malo es feo. Todo depende del cristal, y de los ojos, del que mira. Todo depende además de otros intereses.
La apariencia no es más que un velo y detrás de un velo puede haber muchas cosas. La apariencia es el escudo que protege a los débiles. Es evidente que el negro puede ser blanco, que el demonio puede ser ángel, que a veces nos dan gato por liebre. Pero es evidente también que no tiene porqué ser así.
Yo siempre he preferido que me odien por quién soy antes de que me amen por lo que no soy. Prefiero lo que la persona es antes que lo que la persona enseña. Porque es sumamente fácil mostrar lo que se quiere mostrar, ocultar los defectos, esconder lo malo. Es tan fácil como ponerse el disfraz adecuado. Siempre he preferido al enemigo que te muestra sus armas, porque simplemente es un enemigo más valiente y, por tanto, más admirado.
Hay un truco muy fácil que consiste en señalar en otros los propios defectos. Es malo, por ejemplo, ser un ladrón, pero es mucho peor el que siéndolo acusa a los demás de serlo, anticipándose así a que pueda ser descubierto. Vivimos una vida llena de apariencias, donde importa demasiado lo que enseñas y no lo que realmente eres.
Botón de muestra es una historia que, basada en hechos reales, trata de un envidioso. Lo era tanto que pretendía ocultar su envidia en los demás. Decía de todo el mundo que era eso mismo, envidioso. Le gustaba alertar: “cuidado con fulanito”, “hay que ver cómo es menganito”, “zutanito esto y lo otro”. Y ese espíritu de salvador de la patria no era más que pura envidia. Una envidia que le comía las entrañas. Lo malo es que les suele salir bien, porque, como os digo, la hipocresía es un arma tremendamente efectiva.
Me dan mucha pena los que para ser aceptados necesitan fingir, los que se ríen de aquellos que son diferentes y no se paran a pensar ni un momento en que lo verdaderamente triste es vestirse de hipócrita para parecerse así a los demás. Pena también de aquellos que se dejan llevar por ellos, porque son víctimas. Como víctima es el que cae en sus garras, las garras de aquellos miserables que no tendrán una segunda oportunidad para una primera impresión.
Sirvan estas líneas al menos para aquellos que escuchan. Para que antes de sacar una conclusión se detengan un momento en aquellos que, lengua afilada y homicida, pretenden ensuciar la imagen de aquellos que no tienen dobleces, ni disfraces. Es mejor sacar conclusiones por uno mismo, al fin y al cabo, como dijo el sabio, necesitamos de pastores en la medida en que seamos borregos.