Luces
He esperado a que terminaran las fiestas para poder escribir aquí de nuevo. Ha sido un año agridulce en el que hemos tenido que conducir sobre badenes que no esperábamos encontrarnos, con calles cortadas sin aviso y con un semáforo en color ámbar cada mañana. Después de que una de mis sobrinas les dejara a los Reyes Magos el bote de gel hidroalcohólico para que lo usaran al dejarle los regalos, he terminado por decidirme a plasmar con letras muchas imágenes que revolotean silenciosas en mi cabeza pero sobretodo las que recuerdo con más cariño de un año que se despidió como quien despide a la suegra altanera sin ganas de verla más y poniendo los ojos en blanco. El 2020 suena a arqueo de cejas, a escoba del revés y a aire frío sin el consuelo de manos cercanas, con padres que se marchan antes de tiempo y bebés que llegan sin esperarlos. Con zapatillas y ropa cómoda debajo del abeto y una tercera ola que habríamos preferido disfrutar en ropa de baño, de modo que prefiero agradecer en vez de quejarme.
Agradezco las velas que me alumbraron el día del apagón en La Casería y todos los buenos ratos que he pasado en su playa. Agradezco el poder abrazar a mis seres queridos y que ninguno haya faltado en la mesa, pese a los sustos que me siguen llenando los ojos de emoción aunque intente tantas veces disimularlo. Agradezco mi primera entrevista llena de ilusión en prensa aquí, donde sonrío tanto, y que mi primero libro empieza a dar pataditas ya dentro de mi alma. Agradezco el techo, las mantas y los abrazos que me cubren de tanto. Agradezco mi fuerza y mi lucha por llegar hasta el final de la verdad. Agradezco ese empuje que tengo al lado por seguir siendo yo, quitándome tantas capas de miedo que no me dejaban casi ni respirar y que ahonda en mis heridas para que sanen. Agradezco la libertad del amor y su desapego como las gaviotas que planean sobre mi cabeza llamando a la lluvia. Agradezco mi mano izquierda que deja tantas veces de ser zurda. Agradezco el sentirme tan privilegiada de poder agradecer todo lo que me rodea y poder percibirlo con todos mis sentidos. Agradezco los pequeños detalles que son enormes y que me demuestran que el amor sigue existiendo entre nosotros, que todavía latimos en un planeta asustado que a veces deja de temblar y deja que lo rodee el sol porque sabe que es lo correcto, no lo fácil.
Agradezco los satélites y las estrellas que llenan de tanta luz mi mundo, que me hacen recordar lo que quería ser de pequeña y olvidé, para volver a sacarlo del baúl y despertar todo lo que me hace feliz.
Agradezco mi flor de loto que florece cada amanecer, más fuerte cada vez.
Agradezco el poder reír, después incluso de terminar de sollozar.
Se guardan los adornos, se apagan las luces de Navidad, y se encienden los sueños cumplidos.
Gracias por existir.