Cuando el viento sopla
Mi alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos.
Vicente Huidobro.
Hoy ha aparecido el viento. Se ha asomado, aullando en la ventana, golpeando el cristal, pidiendo permiso para entrar en mi morada. A mí me gusta el viento. Su sonido, su insistencia, la huella limpia que deja en el aire cuando pasa. Silbo que cimbra las hojas de los árboles, la fruta de los frutales, el cuerpo de las flores.
Me gusta ver al viento lamiendo tu piel, a galope tendido, jugando a su antojo con mi locura, corriendo como un chiquillo, despeinando al mar, acariciando al campo, latiendo incesante en las sienes.
El viento mismo que se lleva las palabras y sin embargo habla cuando susurra, y seca las lágrimas y barrunta momentos.
El viento que una vez fue confidente, correveidile de las cosas que tenía que decirte.
Me gusta ver al viento manejando a la lluvia a su antojo, elevando a la arena por los aires, limpiando la tierra, estrellando el agua contra las paredes, maniatando tu pelo y haciendo volar las cenizas de lo que un día fue.
Me gusta ver al viento sacando a bailar la ropa que cuelga de los tendederos. Ver cómo va y viene, ida y vuelta que se enreda por los rincones; cómo saca a pasear a las nubes, cómo llega a todos y, como ha hecho hoy, se cuela en los hogares.
El viento, cuerpo invisible, como un espíritu que se abalanza sobre los cierros y los balcones. Niño travieso. Pejiguera a veces. Necesario siempre. Divino cuando lo sientes en tu cara. Viajero eterno de norte y sur, de levante a poniente. Me gusta sople por donde sople.
Y como me gusta todo del viento no me gustan nada las veletas. Esos que enseñan sus mentiras según la dirección del viento, esos que prostituyen sus ideas, sus sentimientos, esos que hacen un modo de vida de la cobardía. Sonrisas baratas y abrazos de mercadillo.
Veletas pendientes para ver de donde viene el viento. Hoy sí, mañana también. Ahora te quiero, ahora no, depende de lo que dicte el aire. Esas veletas que espero que un día se lleve el viento.
Afán de logro dicen que la hostiga, que diría Unamuno.