Contactos con el más allá
Quizá mi escaso año por estas turbias tierras y mi falta de instrucción profesional, me lleven a juicios errados. Sin embargo, puedo hablar con claridad sobre lo que mis ojos han visto.
Los equipos utilizados para buscar la conexión con el mundo de los espíritus pueden ser los más caros, o tirar por lo barato, no tiene importancia si existe una entidad que ha demostrado que deambula por la zona.
Los grupos pueden ser inmensos, o bien ir individualmente al enclave. La adrenalina aumenta si te ves cara a cara con la muerte; puede ser un símil de lo que siente un torero cuando se encierra en la arena contra un animal.
El sol, o la luna, serán tus más fieros compañeros. El romanticismo, e incluso la práctica, siempre invita a que la noche te vele para evitar ruidos ajenos de alrededor. Aunque si estás en medio de la nada, nadie te debería estorbar, ¿no?
He visto casas habitadas, hogares despreciados por sus dueños, locales de todo tipo, naturaleza fantástica, ruinas de un pasado más glorioso, camposantos cuidados, y otros donde el último que salga, que cierre la puerta. Sé que aún me quedan muchos más por vivir, pero la sensación es la misma… No somos nadie.
Del mismo modo que el universitario solicita una tutoría con su maestro temiendo que no sirva para nada, aquí pasa lo mismo. El encuentro puede darse, o no, y la comunicación puede ser satisfactoria, o un desastre apoteósico.
Sientes como alguien te observa, se pasea por tus espaldas, mueve objetos sin explicación alguna, hace sonar los sensores de movimiento, te habla en grabaciones, o sus sombras son inmortalizadas en una archivo audiovisual. ¿Quién gana con ese trato? Por regla general, el investigador.
Existen personas sensitivas que, si viniera al caso, pueden “ayudar” a la entidad con sus “problemas”. Auxiliar para que se marche, pero siempre a cambio de información. Y yo me pregunto, ¿quiénes somos para exigir nada?
Cuando estamos en el lugar ya intuimos, en muchas ocasiones, que hay “alguien”. Ahora bien, ¿quiere “esa alma” algo de nosotros? No está obligada a respondernos, o si lo hiciera, a contestar como nosotros desearíamos.
Qué bien queda poseer millones de psicofonías y vídeos como si fuéramos los herederos de la familia Warren, o el nuevo Iker Jiménez de España. Pero, ¿a “ellos” eso le repercute favorablemente?
Cuanta más evidencias, más curiosos, ergo más molestias… Y nosotros, hambrientos de descubrimientos, iremos sin pensar si desde el limbo quieren contentarnos pese a que la balanza no está en su justa medida.