Publicado el: Vie, 9 Oct, 2020
Opinión

Para vuestros bebés

Nos dirigíamos del dormitorio a la cocina y yo la sostenía en brazos. Estaba serena y confiada a sabiendas de que se sentía protegida conmigo. Ella aún no hablaba pero sus ojos oscuros eran capaces de poner el punto y final en una conversación.

Recuerdo su perfil mirando al frente, sus mejillas sonrosadas y recuerdo que agradecí la fortuna que tengo de poder sentir y disfrutar ese amor tan inmenso al que todas las palabras se le quedan mudas y al que podría definir con una sonrisa y un suspiro. Acaba de cumplir cuatro años en septiembre, y cada vez que me abraza, me sigue amaneciendo el Alma.

Cuando conseguimos que se alineen los astros, los ratos libres y las agendas nos reunimos como si de una fiesta de cumpleaños se tratara. Durante el confinamiento hemos podido seguir en contacto incluso hacer retos de harina en la cara y reírnos todos en la distancia, pero muy cerca en sentimientos.

Nosotros somos muchos primos que hemos crecido juntos y hacemos todo lo posible porque siga siendo así y más ahora con ellos. Estamos deseando un nuevo eclipse que favorezca volver a compartir muestras de cariño dignos de la gran familia que somos y del enorme circo que montamos siempre donde ellos siempre hacen de las suyas como trapecistas en el sofá, o payasos felices con los bigotes llenos de chocolate.

Son estos pequeños ratitos tan especiales en los que hasta las luces forman parte del espectáculo entre los primos (sobrinos segundos en mi caso según consulté un día) que tengo que mirar hasta dos veces cuando al no llamarme por mi nombre lo hacen por “ tita” y no estoy acostumbrada a que me nombren de esta manera, hasta que llego a ese microsegundo de consciencia en los que me hallo inmersa dentro del océano de lo que significa esa palabra inmensa que me recarga de esa energía tan especial como necesaria, que me recuerda que pese a todo lo duro que se hace tantas veces vivir en el mundo, seguir latiendo rodeada así es un privilegio.

La noche de Reyes cambio de trabajo y me convierto en paje. Pero no uno cualquiera no, yo trabajo esa noche en pijama sin querer hacer mucho ruido con mi compañero de tareas, confundidos entre llaves allen, cajas, instrucciones mezcladas que vienen en chino y desesperados por momentos con piezas que no encajan hasta la hora que sea necesario, para poder ver a la mañana siguiente sus caritas llenas de asombro y alegría.

Son niños de diferentes edades, que cuando se ven se abrazan como si no hubiera un mañana, pero para mi son pequeños seres de luz, que vienen a darme lecciones reales de cómo vivir la vida desde su perspectiva tan simple y acertada tantas veces, siendo el jardín de flores que da tanto color a mis días y en el que dichosa, no paro de florecer.

El pequeño suspira dormido en mi regazo mientras yo no pierdo detalle de sus pestañas, su diminuta nariz y sus deditos perfectos. Huele a vida, a ingenuidad innata, a sueños por cumplir.

El artículo se llama como una de mis canciones preferidas de Simply Red “For your babies”, porque no podría encontrar ninguna joya que pudiera enmarcar mis gracias a mi familia por hacerme sentir tan amada y tan feliz.

Por las orillas de inocencia de agua fresca que vuelvo a recordar y a disfrutar con todos vosotros. Gracias por tanto amor.

Sobre el autor

- Escribiente de profesión, escritora por devoción.

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