Gracias
Ya hoy, Cálculo de derrota, mi primera novela, está en la calle, disponible para todos aquellos que quieran dedicar su tiempo -siempre de agradecer porque no hay nada más valioso- a su lectura. Con quien lo haga tendré una deuda pendiente. Y dentro de un mes, “Siempre la duda”, un texto dramático, de drama, como dramaturgia, que se estrenará en la vecina localidad de mi Chiclana.
Mi Chiclana. Iba a decir un texto mío, pero no es asi, yo sólo he puesto la letra, el texto realmente es de Leonor Montañés, Lola Garca Sueiro, Gerardo Gabaldón, Fernando Fossati y María Reina...y de Luis María Rodríguez Rondán que ha puesto su enorme grano de arena componiendo una música que huele a mar. No se me ocurren mejores compañeros de viaje. ¡Y mira que es difícil que yo no ponga una mala cara!, pues nada, ni yo ni ninguno de ellos, lo cual significa mucho.
Todo esto viene a colación para contaros un poco sobre la ilusión, ya que esta mezcla de hechos y personas generan eso, ilusión. La ilusión de ver a gente que espera impaciente ojear el puñado de páginas de la novela, y que así te lo hagan ver y sentir -una ilusión contagiosa en este caso-, la ilusión de ver como tus palabras, tus acotaciones y tus pensamientos pasan de tu cabeza a un folio, y de ahí a un escenario- hecha magia en este caso-, la ilusión de cruzarte con personas que también la tienen y se les nota.
La ilusión tiene nombre de mujer, no hay nada entonces más femenino, es una esperanza, la esperanza de que suceda algo que se desea y se persigue, algo que es tremendamente atractivo para quien lo persigue. Es también un sentimiento de alegría por la satisfacción que te invade al lograr un objetivo, al conseguir eso que se desea intensamente.
René Descartes, escéptico como nadie, luchó contra ella y lo hizo con que se llama la duda radical –siempre la duda– de aquellas ideas preconcebidas que lo alejan, según él, de una visión clara de la verdad. Todo aquello de lo que se dude, decía, debe ser considerado falso. Y por eso he soltado el lastre de algunas personas de las que he dudado siempre, porque creo que el maestro tiene razón, al menos en ese caso.
A punto estaba de hacerme ermitaño, pero habeis aparecido para empujarme de lleno y seguir. Y seguir con esa novela y con esa obra. Y lo que rondaré. Ya mañana el tiempo dirá, cuando los de la eterna duda de siempre apunten a la sien con el gatillo de la crítica infundada.
Pero ya da igual, yo ya tengo la ilusión puesta allí, con vosotros, donde una novela y una obra de teatro me esperan a la vuelta de a esquina. Gracias. Gracias por la ilusión mía... y también vuestra. Una ilusión compartida es siempre una doble ilusión, fuegos de artificio para la vida.