Publicado el: Dom, 27 Sep, 2020
Opinión

Sobre homosexualidad y lesbianismo

Aunque muchos piensan lo contrario, no todos los homosexuales son “anticatólicos”: los hay que se han criado en escuelas religiosas asimilando gran parte de sus dogmas, que disfrutan de fiestas como la Semana Santa e incluso insisten en formar parte de un círculo que a menudo reniega de ellos. Los que hay que, sencillamente, respetan el credo mayoritario en este Estado en teoría aconfesional.

Se escandalizan al leer determinados titulares, como cualquier persona con sentido común, y a menudo discrepan con el ente en sí, pero no están acostumbrados a oír determinadas perlas en la iglesia de su pueblo, como las que se han pronunciado esta semana durante el triduo en honor de la Virgen de los Dolores de la Hermandad del Nazareno de San Fernando. A saber…

“No puede sostenerse la incongruencia en la que muchos quieren hoy vivir, cuando alegan que son divorciados y vueltos a casar, y se acercan a la comunión sacramental como si nada, o aquellos que alardean de la práctica de su homosexualidad o lesbianismo, y denuncian a la iglesia diciendo que tiene falta de misericordia. Lo que está de fondo en todas estas situaciones irregulares y dolorosas con las que tristemente nos encontramos los sacerdotes tantas veces en el ministerio es un problema de gracia, la vida moral es consecuencia de una vida de gracia”

Salvando las deficiencias morfosintácticas, y aplicando todos nuestros recursos para la extracción de conclusiones podemos determinar que: los divorciados son “incongruentes” cuando buscan a Dios, ese ser misericordioso que predica el amor incondicional al prójimo y a la vez se escandaliza cuando rehace su vida en pro de la felicidad. También lo son los “homosexuales” y “lesbianas”, dicho así, por separado, como quien afirma con naturalidad que ha comido “frutas y peras”, o sembrado “árboles y almendros”, o venerado a “santos y sanalejandros”. Pero, ojo, la incongruencia no radica en el ser homosexual, sino en la práctica del concepto. En otras palabras, son incongruentes las personas homosexuales que no reprimen su naturaleza, o aquellas que, en su condición de heterosexuales, “practican” la homosexualidad por aburrimiento, por llevar la contraria a este señor o sentar las bases de tan magníficos discursos. Discursos que, en contra de otros que buscan transmitir a la población su libertad a la hora de elegir, no pueden catalogarse de “adoctrinamiento” porque, obvio, emanan directamente de Dios. El mismo Dios que ama a todos sus hijos por igual.

Pobres de estos sacerdotes por lo mucho que sufren al toparse con tales situaciones: gente que ruega misericordia por un sentimiento de culpa que no deberían tener, y que esos mismos sacerdotes, con este tipo de discursos, son responsables de incentivar. Gente que, en el mejor de los casos, acaba interiorizando que “alardear” equivale a “vivir”, y que por lo tanto debe privarse de gestos como un abrazo en público o un paseo de la mano. Gente que no está tocada por el don de la gracia, según palabras de este señor, y que, teniendo en cuenta que “la vida moral es consecuencia de una vida de gracia”, son claramente amorales.

¿Qué pensarán de esto los “amorales” y familiares de “amorales” que forman parte de la Hermandad del Nazareno?

 

Alejandro Díaz Pinto

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Mostrando 1 comentario
  1. Enrique dice:

    Grandísimo artículo. No puedo estar más de acuerdo.

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