¿Qué es el miedo?
Cuando Sigmund Freud definió el miedo real como una emoción que sentimos ante una situación que representa una verdadera amenaza para nuestra seguridad no tuvo en mente nuestro presente.
El ser humano siempre ha rehusado del terror. Los primeros seres humanos buscaban refugio en sus cuevas y el fuego, los religiosos medievales anhelaban el abrazo de Dios para huir de las garras del mal, o incluso los amantes de la ciencia que buscan huir de las brutalidades de los creyentes.
Hoy en día el miedo se ha convertido en una droga, casi una quimera para aquellos adictos que son incapaces de sentirlo por la cantidad consumida. El cuerpo pide adrenalina, y parece que muchos encuentran el horror como una vía de escape para evadirse de su realidad.
Algunos son incapaces de sentir miedo, o cualquier tipo de empatía. Viven absortos entre tanto material ficticio que no disciernen la realidad de la fantasía. Anhelan desgracias para percibir cualquier atisbo de miedo. ¿Un filme de terror? Le dan ganas de reír. ¿Una joya de Stephen King? Lectura de parvularia.
Otros, sin embargo, aún sienten los efectos escabrosos del terror y lo buscan como agua en el desierto. Por eso proliferan las obras de dicho género en el mercado, e incluso en el independiente. ¿Podría ser una mina de oro como las comedias o los romances?
Es entonces cuando me pregunto quién está peor de la cabeza, el creador de contenido o el consumidor del mismo. ¿Quién tiene más culpa de que este germen tan nocivo se extienda imparable? ¿Acaso hay un hueco predilecto para las sombras de las luces que iluminan el mundo?
En mi opinión hace tiempo que las luces se fundieron, y quizás el público está cansado de ser feliz y necesita pasar miedo para sentirse vivo. Los acomodos del supuesto Estado del Bienestar nos evaden de la miseria y de la muerte violenta, ansiamos tenerlo todo, y eso incluye también el miedo.
Sin embargo el exceso es nocivo tanto para el creador, como para el consumidor. El segundo, como he dicho antes, llega un momento que necesita tal dosis que comienza a caer en un espiral de apatía. El primero acaba convertido en esclavo del género viendo la otra cara de la realidad en su día a día, la que el Estado nos quiere ocultar.
¿Qué es el miedo? ¿Por qué se hacen obras de terror? ¿Quién desearía ver sufrir a un personaje, aunque sea ficticio, en su rato de ocio? ¿Por qué existen tantos programas de fantasmas, asesinos y misterios de la historia?
El ser humano es capaz de convertir algo desagradable en una emoción adictiva para su divertimento. Aunque puede ser que el ser humano es un verdadero monstruo que está buscando volver a la temática de la cual nunca debió salir.